Hoy no me puedo levantar

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Hoy no me puedo levantar




¿En qué momento una persona decide que tras siete dobles de cerveza, tres copas de whisky con cola y cuatro chupitos de tequila es plausible beberse dos gintonics?

Aurora no sabe si lleva veinte minutos mirando al oscuro techo de su habitación o tres horas, pero siente su cerebro como si fuese una de esas esponjas naturales que se encogen hasta volverse súper duras una vez secas. Así es como se imagina ahora sus neuronas, como un paquete de champiñones deshidratados que venden en las tiendas especializadas de chinos para hacer chop-suey de ternera. Eso le recuerda que tiene unas ganas horribles de vomitar, pero no se siente ni con fuerzas para levantarse de la cama e ir al baño. Quizás haya llegado su final, ahogándose en su propio vómito a lo Jimmy Hendrix, pero sin haber cumplido todavía siquiera los veinticinco. En realidad es mejor irse de este mundo sin tener todavía un cuarto de siglo sobre los hombros, debe ser súper deprimente que solo te queden veinticinco putos años para la menopausia.

Pero qué dolor de cabeza más terrible, por favor.

Las fuerzas gravitatorias del alcoholismo crónico la mantienen pegada al colchón, impidiéndole levantarse. No recuerda casi nada de la noche anterior a decir verdad, supuestamente solo iba a tomar unas cervezas con Novillero pero de repente estaba en La Latina fundiendo la tarjeta de crédito en cubatas. Y la verdad es que no sabe si Novillero seguía con ella en ese punto de la noche, pero sonaba Enrique Iglesias en bucle dentro del local dónde terminó. Eso lo sabe porque comenzó a cantarla con una tía random subida a un par de sillas. Joder, seguro que la han grabado en video y lo han subido a internet, tendrá las notificaciones del Twitter a parir.

De repente la luz del infernal, esas llamas del averno quemándole las retinas, obligándola a esconder su cabeza bajo la almohada. ¿Pero qué cojones ha sido eso? Un destello cejador, como los rayos laser de los garitos esos de frikis dónde te ponen gafas de realidad virtual para que te quedes lelo de remate. Se ha hecho la luz en su habitación, pero las neuronas rellenas de ginebra que tiene ahora mismo sumidas en el coma no se lo han tomado muy bien.

—Me cago en la puta —gime, escondiendo la cabeza bajo el cojín.

—Haz el favor de levantarte, el pesado de Javi lleva llamándome dos putas horas. Me tiene hasta el coño.

Aurora reconoce la voz de Pili, aguda y acusadora. Teme que si se quita el cojín de la cabeza el sol la reduzca a cenizas, como los vampiros. No se le da bien vivir de día, el mundo tendría que estar programado para hacerlo todo por la noche, es cuando a ella se le da mejor ser persona, aunque tampoco es que gane demasiado. Lo de formar parte de la humanidad no es lo suyo.

Suelta un bufido, al fin aparta la almohada pero mantiene los ojos cerrados.

—¿Llamarte para qué? —Su voz suena ronca, casi no se la reconoce.

—Pues porque colaboras en un puto programa de radio que empieza dentro de treinta minutos.

—Ah, joder —se pasa una mano por la cara, intentando abrir los ojos con sumo cuidado. La luz le molesta horrores, pero al final es capaz de soportarla. Pili se encuentra delante de ella con los brazos cruzados y una cara de mala hostia que solo pone cuando pierde el Atleti o se le bloquea el Photoshop mientras edita sus fotos para el Instagram—. Buah tía, ¿pero yo no curro los martes?

—Es que es martes, retrasada —le da una patada a la cama, para zarandearla—. Enciende el puto móvil y hazte cargo de tu jefe, que yo no quiero saber nada.

Giro de guionWhere stories live. Discover now