Cumpleaños feliz

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Cumpleaños feliz 


Aurora detesta el día de su cumpleaños, es lo que más aborrece en la vida. Le llueven millones de felicitaciones por parte de todos sus followers, resultándole casi imposible pasar el rato en las redes sociales debido a la cantidad de fotos, montajes y tonterías que sube la gente. Decenas de personas con las que no cruza palabra a lo largo del año de repente se acuerdan de su existencia, enviándole textos tremendos que parecen sacados de un grupo de autoayuda para ex politoxicómanos. También están los que aprovechan para pedirle favores con la excusa de felicitarla, o los fantasmas de noches pasadas, que intentan patéticamente conseguir un último polvo. En general un montón de personas molestas que le son totalmente indiferentes haciendo acto de presencia cuando lo único que ella quiere es dormir hasta que den las doce de la madrugada.

Si ya de normal le gusta poco, para colmo de males este año cumple los veinticinco. Eso sí que es como un grano en el culo, el maldito cuarto de siglo. Dentro de nada empezarán a brotarle canas, le sentará peor el alcohol, pero sobre todo: le queda solo un año para que le quiten el carnet joven del metro de Madrid. O sea no hay nada más putamente dramático que eso. No es que Aurora vaya mucho en transporte público tampoco, pero da igual, que el gobierno te señale como persona que ya no es joven al quitarte la posibilidad de poder moverte por toda la ciudad pagando solo veinte euros al mes le parece tan deprimente que necesita un Valium. En menos de cinco años le quitarán también el del banco, lo que supondrá el inicio del fin.

Lo primero que ha hecho nada más levantarse es poner el modo avión en el teléfono, no quiere saber nada de nadie, sobre todo de Ana, que lleva días súper insistente para hacer algún tipo de celebración. Aurora había decidido desaparecer a primera hora de la mañana, pero tener a su ex como vecina puede llegar a ser un verdadero engorro en ocasiones como esa. Pili la conoce lo suficientemente bien como para olerse sus planes, así que ha subido a las nueve para felicitarla y darle el coñazo.

—Ana no puede pasarse hasta la tarde —le ha comentado, mientras dejaba unos cupcakes sobre la mesilla del salón—, pero Mara vendrá en un rato.

Los cupcakes que ha comprado están buenos, son de la pastelería de la esquina que se ha vuelto ahora súper hípster. En realidad Madrid está llena de sitios súper adorables que cuestan tres ojos de la cara, cobran un zumo de mierda por cuatro euros aunque apenas haya líquido en el recipiente. Aurora nunca mira los precios pero Mara se pasa la vida quejándose del tema, la verdad es que pese a no tener problemas económicos le parece pasarse un poco que en sitios de barrio cobren esas barbaridades. Pero bueno, así es el capitalismo: te adaptas o mueres.

—¿Has hablado con tu madre? —Pregunta Pilar, que acaba de servirse una taza de café.

—Tengo el móvil desconectado —se encoge de hombros.

En realidad no espera que Martina la llame, no suele hacerlo hasta bien entrada la noche, algunos años incluso se le ha pasado hacerlo. Por lo menos le tiene más consideración de Quim, este como mucho le envía algún regalo súper caro al día siguiente disculpándose por no haber tenido tiempo de llamarla. Ya podría decirle a su secretaria que se encargue de todo, al menos no quedaría tan mal.

Sus padres son un puto desastre, tampoco es algo que le joda, lo tiene muy superado. Cuando era niña le fastidiaba más, luego comprendió que todo ese rollo de la paternidad idílica es una mierda que se inventó Hollywood para que la gente siguiese creyendo en la monogamia y se le fue un poco el trauma. O sea, nadie tiene padres decentes, su generación está repleta de gente que decidió engendrar hijos porque sí para luego amargarles la infancia con sus episodios depresivos, su adicción al trabajo o su mentalidad de mierda para terminar preguntándose por qué el niño les ha salido drogata o subnormal. A Pilar, por ejemplo, sus padres no la tragan por ser lesbiana, la madre de Mara es maníaco—depresiva y los padres de Ana unos corruptos ausentes de toda la vida. El viejo de Novillero es un fascista homófobo y así podría seguir hasta cansarse. Tener padres de mierda está de moda, uno no puede ser millenial con una familia estructurada, va en contra de la naturaleza de su generación.

Giro de guionWhere stories live. Discover now