Mundo indómito

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Mundo indómito




Aurora detesta muchas cosas en la vida, una de ellas es tener que salir de la cama antes de las doce cuando está de resaca. La noche anterior fue toda una locura, la invitaron a una fiesta de influencers de la moda, Ana quería hacer promoción de la revista ahora que van a sacar el primer número y la invitó con todos los pijos más insoportables de Madrid. La gente que se dedica a enseñar bolsos o hacer tutoriales de maquillaje la hastía muchísimo, son esos que terminan escribiendo libros de poemas que parecen un plagio de los estados de Messenger de 2005 o que se van de safari para mostrar su último modelito de Dior al lado de un montón de niños negros al borde de la inanición. Y no es que a ella le preocupe en exceso la pobreza en el mundo o la preservación de la literatura universal, pero uno debe tener sentido del ridículo en esta vida.

Para no aburrirse terminó bebiéndose hasta el agua del váter, para luego terminar follándose a un chaval cuyo nombre no recuerda. El tío era guapo pero muy mediocre en la cama, Aurora lo ha echado de su casa antes de las seis.

Está jodida, poco después de su cumpleaños la llamaron para hacer una entrevista en la televisión, los fines de semana la cadena dónde trabaja su madre tiene un programa de entrevistas. Todas las presentadoras son mujeres, se dedican a hablar de sociedad, política y cotilleos varios. Vamos, intentan parecer mínimamente culturales pero en el fondo es la misma telebasura de siempre. Como Aurora escasas veces concede entrevistas en televisión se las pagan muy bien, le han ofrecido una pasta por esa y le servirá para pagarse dos semanas en Amsterdam por todo lo alto, hace tiempo que quiere drogarse sin que nadie pueda multarla.

La han citado en el estudio a las putas nueve de la mañana, le han hecho quitarse las gafas de sol para entrar en maquillaje, prohibiéndole tajantemente que se las vuelva a poner de nuevo. Siente como si alguien hubiese secado sus globos oculares hasta convertirlos en pasas, cada vez que sus párpados pasan por encima corren en riesgo de quedarse pegados. Por supuesto, el rimell no ayuda mucho a mitigar esa desagradable sensación.

Todavía queda un rato para que empiecen a grabar, debería haberse quedado repasando el guion con las presentadoras pero no puede mantenerse quieta demasiado tiempo, estar sentada le marea, quizás todavía vaya algo borracha.

Se da una vuelta por los pasillos, la gente va y viene, a veces no entiende cómo pueden soportar una jornada laboral completa, se le antoja de lo más estresante. Bueno, para ser sincera consigo misma, lo cierto es que Aurora no sería capaz de aguantar un día trabajando en ningún sitio, suficiente tiene con ir a la radio y escribir de vez en cuando algún artículo para revistas independientes. Las responsabilidades no han sido hechas para ella.

Ojea grosso modo el plató dónde trabaja su madre, hace bastante que no habla con Martina en persona, sus conversaciones se limitan a las cadenas de WhatsApp que envía la mujer de forma casi compulsiva todos los santos días, augurando siete años de mala suerte al que no pase un mensaje cutre sobre la suerte hecho con el Paint y cuatro emoticonos mal pegados. Conforme se acuerda de la última fotos de leones marinos varados en medio de la playa que le mandó su madre, Aurora siente la tentativa de huir lo más rápido posible, realmente no tiene ningunas ganas de topársela, menos cuando inexplicablemente se ha pasado los últimos días llamándola sin parar, es algo que no augura nada bueno. Sin embargo algo la detiene, es la mesa enorme con un montón de comida para picar que hay entre bastidores. El programa de su madre tiene un servicio de catering envidiable, por las mañanas no son tan espléndidos pero durante la emisión se hartan a comer como cerdos.

Giro de guionWhere stories live. Discover now