El blues del esclavo

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El blues del esclavo



A Mara le gusta pensar que Jaime tiene los ojos color pantano, de un verde grisáceo e hipnótico que te atrae, arrastrándote hacia la perdición de sus aguas fandangosas sin que nadie pueda acudir en tu auxilio. Así se sintió cuando se conocieron, aunque por aquel entonces ni siquiera pensaba que se tratarían durante mucho tiempo. Años más tarde, sentada en el porche de su casa a las afueras, con los rayos matutinos golpeándole en la cara, la chica lo observa con atención disimulada, escuchando una de sus tantas anécdotas sobre los viajes que hace alrededor del mundo, viéndolo creerse un Dios cuando ella hace mucho que descubrió su parte más mortal. Tiempo atrás, Pili le dijo que el problema de Ana con su actual ex novio era que la chica había conseguido quererle no solo a él, sino también a todos sus defectos, que no eran pocos ni saludables, por eso le costaba tanto mandarlo al carajo. A veces Mara piensa que a ella le sucede lo mismo con Jaime, sabe que en el fondo solo es un pobre diablo con la autoestima baja y un pasado como pringado del colegio con ínfulas de popularidad, pero es precisamente eso lo que más le atrae de él.

Se lleva el cigarrillo a la boca, la casa de Jaime está a media hora de Madrid, en una urbanización de clase alta. Su familia tiene pasta, claro, no son millonarios pero viven considerablemente mejor que la mayoría. El aire campestre sienta bien en una mañana soleada. Mara se siente derrotada, como si su cuerpo estuviese compuesto de corcho. Tiene las endorfinas, la dopamina y todas esas sustancias cerebrales que sirven como drogas para hacerse sentir bien por las nubes. Cuando se encuentra con Jaime siempre es así, experimenta una sensación que solo le daría cualquier droga estimulante. Tras el último polvo, la muchacha tiene la sensación de encontrarse flotando entre algodones. Tranquila, relajada, serena. Cierra los ojos, aferrándose a ese sentimiento con todas sus fuerzas, sabe que tras una calma tan abismal la tormenta que puede desatarse será de las que se cuentan en los libros de historia, pero ahora no quiere angustiarse por eso.

Linda, vamos a tener que ir yendo —Jaime mira su reloj, ella nunca ha entendido por qué lo lleva si se pasa la mayor parte del tiempo cara al teléfono móvil. La observa, tiene esa sonrisa ladina que tanto le gusta—. ¿Recogemos o qué?

—¿A qué hora has de estar en la ciudad?

Mara comienza a sentir cómo el efecto químico del buen sexo comienza a desaparecer. Un leve pinchazo de opresión se manifiesta en su pecho. Se siente mal. ¿Por qué siempre tienen que irse tan rápido? Apenas hace media hora que se han levantado. Cuánto le gustaría poder pasar el día con él, que le propusiese hacer algo, aunque solo fuese tomarse una cerveza en el bar nada más volver a Madrid. Pero no, Jaime siempre es así: quedan, hablan, follan y adiós. Al final, ayer ni siquiera pasaron el día juntos. Mara cayó, como siempre lo hace, en sus garras cual principiante. Comieron juntos tras echar un par de polvos, volvieron a Madrid y Jaime la llamó tras la cena para irse de nuevo a su casa. Todo el plan que él había articulado al garete. Nada nuevo bajo el sol.

—Antes de las doce, que tengo una comida.

Le gustaría enfadarse, montarle alguna escenita, decirle que tiene la cara muy dura jugando siempre a lo mismo, pero no lo hace, ¿para qué? Seguramente él accederá a lo que ella le pida con tal de no quedar mal, pero luego terminará cayendo en las mismas conductas de siempre. Después de tanto tiempo, la chica ya se ha acostumbrado a los desplantes, sabe que no servirá de nada ponerse echa una fiera, así que pasa.

Observa como el hombre se levanta, recogiendo las cosas. Jaime es alto, medirá alrededor del metro ochenta y cinco, pero no está cachas. Delgado sí, claro, porque siempre ha tenido un complejazo tremendo con su cuerpo, no puede soportar la idea de estar gordo. Mara cree que la envidia por eso, ella puede comer lo que le salga del coño sin engordar un gramo, y cuando se lo recuerda al tipo no parece hacerle mucha gracia.

Giro de guionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora