CAPÍTULO 2

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Vera se abrazó con fuerza a sus rodillas. Sus pies descalzos sobre el tapizado del sillón estaban empezando a helarse. Apretó con fuerza el vaso casi vacío que sostenía con su mano derecha, y dejó rodar sus lágrimas a su antojo.

Había estado ignorando a Aelric y no había respondido a una sola de sus llamadas. Se le partía el corazón, sabiendo que le estaba hiriendo, pero todavía tenía que tomar una amarga decisión y no podía enfrentarse con él antes de hacerlo.

Había pasado el dia pensándolo, y todavía no podía creerlo. Cuando un par de meses atrás había muerto Finn, había tenido un extraño sentimiento. Por un lado, había perdido a alguien muy importante en su vida, el padre de Enya, pero por otro lado, no podía evitar el sentirse culpablemente aliviada. La sombra de Finn siempre se había cernido sobre ella y su relación con Aelric. Sin embargo, ahora, le echaba terriblemente de menos. Él hubiera sido una válvula de escape para ella ante esta situación, no le cabía duda de que se hubiera ocupado de todo personalmente, ni tampoco dudaba de que era la única persona que tenía el poder para hacerlo. Ahora... era demasiado tarde. ¿Coincidencia, quizás? Lamentablemente ella no creía en las coincidencias.

Cuando sus padres murieron tuvo que hacerse cargo de muchas cosas, entre ellas, pagar las deudas que su padre había dejado. La primera decisión y para ella la más dolorosa, fue tener que abandonar sus estudios. Por suerte para ella, todavía le quedaba su hermana, y aunque ella había asumido toda la responsabilidad, sabía que Arwen siempre la apoyaría.

La segunda decisión más dolorosa que tuvo que tomar, fue la de entrar a formar parte de aquel horrible complot.

Cerró los ojos con fuerza y apoyó su frente sobre sus rodillas. Una nítida imagen de su hija le vino a la mente. Sonriente, tan bonita, y tan inocente. Se alegró de haberla inscrito en aquel internado, si algo le pasaba, ella estaría lo suficientemente lejos como para permanecer al margen de todo, incluso de comentarios y noticias. Y Arwen se ocuparía de ella. Al menos, había conseguido mantenerlas a las dos a salvo. Ahora solo quedaba averiguar la forma de librarse también ella.

Durante los últimos dos años, había tenido la sensación de poder llevar una vida normal, se había hecho la ilusión de poder continuar su relación con Aelric. Y aunque estaba segura de que nunca podrían relacionarse abiertamente, sabía que él la quería y que estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de estar a su lado. Pero la ilusión se había roto, alguien había destapado la caja de los truenos, y ahora iban a por ella. Sabía demasiado.

Tenía que actuar rápido para evitar que fueran a por las personas que le importaban, y solo tenía dos opciones, o entregarse a ellos como un corderito, o luchar contra ellos con todo lo que tuviera, y eso era algo tan peligroso que le podía explotar en la cara.

Vera se bebió lo que quedaba de su Jack Daniels y lanzó el vaso de cristal tallado contra la puerta con la intención de hacerlo añicos. Pero falló, y el vaso cayó sobre la alfombra con un golpe sordo. Estuvo a punto de reírse de sí misma. Había perdido una más de sus defensas, su puntería.

* * * 

Aelric no podía creer la suerte de ver a su hermano de nuevo después de tantos años. Al principio, cuando le vio entrar en su oficina le costó un poco reconocerle. Habían pasado más de diez años separados, había cambiado mucho, pero no tanto como para que él no pudiera reconocerle.

Una extraña sensación de alegría le recorrío como hormigas desde las puntas de los pies ascendiendo hasta su estómago, y no pudo aguantarse las ganas de abrazarle.

Cuando se marchó a penas era un joven adolescente, alto y delgaducho, con sus mismos ojos y el mismo color de pelo que había tenido su madre. Pero ahora era todo un hombre, y aunque seguía estando delgado, su cuerpo se había ensanchado, y hasta parecía más alto. También se había dejado crecer el pelo, que antes solía llevar más corto, y vestido con unos vaqueros oscuros y una cazadora de cuero, tenía un aspecto muy diferente. Casi amenazador.

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