CAPÍTULO 7

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—Tienes que sacar a tu hija de ese internado.

—Pero, Shelly. ¿Cómo es...

Shelly detuvo su ir y venir sobre la alfombra del salón de su casa, y se enfrentó a Vera colocando sus manos en jarras.

—¿Crees que estoy en esto por ser una perfecta inútil que se dedica a hacer lo que le mandan sin más, Vera? –sonrió sin ganas. — Te creía mucho más lista.

A Vera le temblaban las manos y un sudor frio cubría sus palmas.

—Intentas decirme que todos ellos saben de la existencia de mi hija y donde se encuentra.

Shelly, suspiró y dejó caer sus brazos a los costados. Estaba cansada de todo aquello. Había pasado demasiados años al mando y quería dejarlo, pero... Caminó hasta el sofá de estilo francés del siglo XIX y se dejó caer sin intentar ocultar su hastío.

—Ven, — le dijo palmeando el asiento a su lado. — Ahora que ya has tomado tu posición, tenemos que hablar tú y yo.

Vera le siguió en silencio, con los ojos picándole por las lágrimas que se negaba a derramar. Podía soportar cualquier cosa, al menos creía que se había preparado para ello. Cualquier cosa menos que le hicieran daño a Enya.

Shelly esperó a que tomara asiento a su lado y le pasó un brazo por encima de los hombros, en una postura tan maternal que Vera se preguntó hasta qué punto Shelly era capaz de fingir. Después de todo, era la maestra del engaño, y la había instruido muy bien.

—Ellos lo saben todo, cariño. –le susurró atrayendo hacia sí con un apretón de su brazo. — Puedo imaginarme por lo que has pasado todos estos años, intentando mantenerte alerta, y al mismo tiempo fuera de su alcance. Pero... las dos sabemos que nadie puede escapar de su radar. Y si estos años has tenido la suerte de tener un poco de paz en tu vida, sabes muy bien a quien se lo debes.

Que Shelly lo mencionara fue el detonante para que sus lágrimas comenzaran a caer, aun así, mantuvo su compostura esperando que lo que su mentora le contaba, pudiera valerle de alguna forma para seguir manteniendo a los suyos protegidos.

—Por desgracia, —Shelly la soltó y se repantigó en el respaldo del sofá, dejando su mirada perdida en la pared frente a ellas. — él ya no está para protegeros.

—¿Quieres decir que todo este tiempo, Finn estuvo amenazándoles para que nos dejaran en paz a mi hija y a mí, y que esa es la única razón por la que no me han llamado hasta ahora?

Vera se hizo la sorprendida, intentando aparentar delante de Shelly que no sabía nada sobre los contactos que Finn tenía con el Club, y esperaba poder engañarla. Manteniéndose al margen, ella cumplía con las indicaciones que él mismo le dio para intentar protegerse de represalias y también así a Enya.

—Chica lista, —le dio una palmaditas en la rodilla y se levantó del sofá caminando hasta la barra de bar de mármol de carrara que decoraba una de las esquinas. — veo que empiezas a recuperar el sentido. ¿Quieres una copa? Te vendría bien.

Shelly agitó una botella de Macallan hacia ella.

—No gracias, lo último que necesito en estos momentos es adormecer mis sentidos.

Shelly sonrió abiertamente y se sirvió un poco del licor en un vaso de cristal tallado.

—Finn, —continuó sentándose esta vez en un sillón frente a Vera— no era un hombre al que le gustase aparentar. Él era mucho más... todo, de lo que dejaba ver a los demás. Había heredado su negocio, tal y como lo ha hecho ahora su hijo, – Shelly arqueó una ceja mirando a Vera, y esta sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. "También sabían lo de Aelric". — junto con su posición. Era parte de esta sociedad antes incluso de nacer, pero eso no significaba que estuviera de acuerdo con ellos. De hecho, los ignoraba. Nunca asistía a las reuniones, ni participaba en sus intrigas. Pero sabía que, si se volvía en su contra, tendría más problemas de los que era capaz de resolver. Así que, Finn por su lado, y la sociedad por otro, decidieron que las cosas estaban bien así. Luego, Finn se casó.

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