CAPÍTULO 22

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Arwen y Sigrid esperaron sentadas en las sillas de plástico del hospital a que terminara la intervención.

Cuando Kalen se había desmayado en la biblioteca todo había sucedido muy rápido. Aelric había pedido que llamaran una ambulancia y había intentado averiguar qué era lo que le sucedía a su hermano mientras esperaban que llegara.

Arwen se había arrodillado a su lado sobre la alfombra de la biblioteca, y colocado su cabeza sobre sus piernas con mucho cuidado. Sabía que no debería moverle, pero no podía dejarle tirado allí, en aquella postura desmadejada, hasta que llegaran los paramédicos.

Todos en la casa se habían alarmado al escuchar lo que había ocurrido. Hasta Vera había bajado a comprobar su estado, ganándose una regañina de Aelric.

Sigrid no se había despegado de su hermano hasta que lo metieron en la sala de urgencias del hospital. Y Arwen todavía no había podido quitar la sensación de sus dedos, cuando apartó el flequillo de la frente de Kalen y notó que estaba ardiendo.

Cuando el médico le dijo a Aelric que su hermano tenía que ser intervenido de urgencia, Arwen sintió como si le hubieran golpeado en el pecho. Con lágrimas en los ojos vio como le colocaban en la camilla, y después de ponerle un collarín lo subían en la ambulancia.

Vera se acercó a ella, hablándole en voz baja. Le tranquilizó diciéndole que se encontraba bien y que tanto ella como Enya iban a permanecer seguras en la casa, animándola a que fuera con Kalen. Arwen pensó que Vera lo sabía, sabía que se había enamorado de él. Sin pensarlo dos veces, corrió para alcanzar a Aelric.

Un par de horas más tarde, y ya en el hospital, Aelric se paseaba de un lado a otro de la sala de espera, con el teléfono en la oreja. Había tenido que firmar los papeles para autorizar la intervención de su hermano, y ahora estaba tratando de organizarlo todo para marcharse con Vera y con Enya fuera de la ciudad. Le había explicado a Vera que lo hacía para alejarlas de cualquier peligro, pero no había conseguido que dejara de tener miedo.

Las puertas que conducían a los quirófanos se abrieron de repente. El médico que había operado a Kalen salió quitándose la mascarilla y preguntando por su familia. Aelric colgó la llamada y se colocó delante de él.

—Yo soy su hermano. ¿Cómo está?

—Bueno, – comenzó a decir, el médico. – todo ha salido bien. Pero tendremos que esperar a que despierte para asegurarnos. Tiene dos costillas rotas, y la clavícula izquierda también, y hemos tenido que intervenirle porque una de esas costillas le perforó un pulmón. Hemos podido cortar la hemorragia y le hemos hecho una transfusión. Le dejaremos en observación hasta que despierte. Si cuando lo haga está bien, le llevaremos a una habitación.

—Gracias, doctor. –le respondió Aelric visiblemente afectado por su hermano. Le había prometido que se encargaría de la seguridad de todos ellos, y lo había cumplido a la perfección, pero ¿a que coste?

Arwen no sabía si reír o llorar. Finalmente dejó que sus lágrimas se soltaran cuando Sigrid se abrazó a ella llorando y riendo al mismo tiempo.

 Finalmente dejó que sus lágrimas se soltaran cuando Sigrid se abrazó a ella llorando y riendo al mismo tiempo

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