CAPÍTULO 20

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El pequeño salón al que Marcus llamaba su despacho, tenía un aire clásico con muebles de madera de raíz, librerías empotradas hasta el techo y un rincón acogedor cerca de un hogar de leña. Y junto a él un pequeño bar, donde Marcus sirvió una copa para ambos. Luego se la ofreció a Aelric y los dos tomaron asiento en los sillones junto a la chimenea.

Marcus no tardó en tomar la palabra.

—Creo que esta farsa ya ha llegado demasiado lejos. –hizo girar el líquido en su vaso y fijó su mirada en la de Aelric. – Todos sabemos por qué estáis aquí.

—¿En serio? –intentó sonreír como si el asunto no le preocupara, pero sus tripas se estaban retorciendo por los nervios.

—Tenéis unos documentos que no podemos dejar a la vista de cualquiera.

Aelric asintió muy despacio atento al golpe que sabía vendría después de esas palabras.

—Y nosotros estamos dispuestos a dejar de lado todas nuestras diferencias. Después de todo, –sonrió cínicamente—vosotros también formáis parte de este gran Club.

Aelric se incorporó hacia adelante e intentó protestar, pero Marcus no le dejó.

—Te guste o no, sabes que tengo razón. El nombre de vuestra familia está ligado a esta sociedad desde muchas generaciones atrás, y no hay nada que podáis hacer contra nosotros que no se vuelva en contra vuestra.

Aelric cerró su puño con fuerza, y sintió como el grabado del vaso se clavaba en la palma de la mano con la que lo sostenía.

—No me amenaces Marcus, –prácticamente siseó las palabras entre sus dientes. –ni siquiera yo mismo sé de lo que soy capaz.

Marcus se repantigó contra el respaldo del sillón, mostrando una actitud más relajada de lo que podría considerarse propio de aquella conversación. Como si estuviera acostumbrado a este tipo de tratos de forma tan habitual que fuera incapaz de inmutarse por ello.

—No es amenazar poner en vuestro conocimiento ciertos detalles que parece que no habéis tenido en cuenta, amigo mío.

—Yo no soy tu amigo, Marcus.

Aelric le vio sonreír e intentó contener su ira, saltaba a la vista que lo único que estaba intentando era hacerle perder los estribos. Recordó las recomendaciones de su hermano Kalen antes de acceder a reunirse con él, y volvió a sentir como se enfriaba la sangre en sus venas hasta que ese frío se mostró en sus ojos azules.

—Nunca me han interesado los asuntos del Club, y no voy a cambiar de opinión a estas alturas. Lo que hagáis o dejéis de hacer en él me trae sin cuidado. No fui yo quien vino buscando pelea, y sabes perfectamente que, si nos dejáis en paz, jamás utilizaré esa información.

Marcus agitó el líquido en su vaso para seguidamente tomarlo de un solo trago. Dejando el vaso sobre la pequeña mesa de mármol que tenía delante, cruzó sus manos y fijó su mirada en las llamas que se agitaban tras los cristales de la chimenea. Parecía estar meditando su decisión y Aelric aguardó pacientemente a que aquel silencio acabara. Una imagen de Vera pasó por su mente y casi se le escapó el nombre de sus labios, como si fuera a convocarla.

—Supongo que, no nos queda otro remedio que confiar el uno en el otro, –respondió Marcus después de unos minutos. – los dos deberemos esperar del otro que cumpla su palabra. Pero... –Aelric dejó el vaso sobre la mesa esperando que no fuera a decir lo que se temía, porque de lo contrario, aquello terminaría muy mal para todos. –que yo confíe en tu palabra no quiere decir que todo el Club confíe. Sé que van a pedir una garantía, y ya sabes cuál será su primera opción.

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