Capítulo 2.

7.2K 405 176
                                    

El cielo amenaza con tormentas esa tarde, pero a siete días de volver a las clases, Raoul no va a rechazar un baño en la piscina. Esa mañana no ha salido a correr, pues el día anterior había acabado dolorido y deshecho, tumbado en la cama toda la tarde con miedo a moverse un ápice y acabar vomitando. Al parecer, no había aprendido a controlarse en los últimos tres meses.

Había invitado a sus amigos a pasar la tarde en la piscina, pero el tiempo no acompañaba a las ganas de reunirse y, si era sincero consigo mismo, tampoco le apetecía ver de nuevo a Quique, no después de no haberse presentado en el aeropuerto para despedir a su primo Marc. No después de todo lo que había pasado con Marc. Antes necesitaba algo de tiempo, y tenía el justo para hacerlo antes de volver a las clases.

- ¿Vas a salir con este tiempo? – pregunta su madre sin apartar los ojos de la revista que lleva toda la tarde leyendo.

- Voy a darme un chapuzón.

Sale del comedor para evitar escuchar el "te vas a resfriar" que le dice cada vez que lo hace. Realmente encuentra muy agradable la sensación de nadar bajo la lluvia, es algo que le relaja. Y si se resfría, espera que le dure más de una semana para poder saltarse esos primeros días de clase llenos de reencuentros, horarios nuevos y gente nueva, conversaciones forzadas y demás.

Al abandonar el edificio y quedar en contacto con el aire frío de una tarde nublada de verano, se piensa dos veces lo que va a hacer, pero ver la piscina solitaria y las nubes oscurecer cada vez más le impulsa a arrancar la toalla que hay colgada de su barandilla, lanzarla al césped y saltar al agua sin pensarlo demasiado.

El frío le golpea como una bofetada, pero le regala unos segundos en los que no siente las piernas, cansadas todavía del día anterior. Sale a la superficie para coger algo de aire y apartarse el pelo de los ojos. Nada de un lado para el otro durante unos minutos, hasta que deja de notar el cuerpo, no sabe si por el frío o por el cansancio.

Se escuchan los primeros truenos y caen las primeras gotas, y es entonces cuando se tumba en el agua para sentir la lluvia caer sobre él. Escucha voces distorsionadas bajo el agua y se ve obligado a abrir los ojos para corresponder a quien sea que le está hablando.

- Pensaba que era la única loca a la que le gusta hacer esto.

Es Glenda, la canaria recién llegada a la comunidad y hermana del chico que, dos días después de conocer entre cajas de mudanza, se presentó como Agoney. No hace más de cinco días que se mudaron, así que no ha podido conocerlos más, pero ha compartido tardes de piscina con Glenda los últimos tres días, así que se siente reconfortado por su presencia.

- Pensaba que era el único loco al que le gusta hacer esto – dice Raoul y ríe por encima del trueno que acaba de retumbar.

Glenda entra a la piscina con algo más de cuidado que Raoul, pero no tarda en acompañarle en el centro de esta, donde ninguno de los dos hace pie. Mueven el agua con sus piernas para mantenerse al flote e intercambian miradas en silencio, pero no es incómodo. Ambos están ahí para disfrutar de los truenos y la soledad, es una casualidad haber encontrado compañía.

Pasan unos minutos en los que la lluvia no hace más que cobrar fuerza y los truenos explotan con más y más furia. A Raoul le pone algo nervioso sentir el temporal justo encima de su cabeza, y de no haber sido por la presencia de Glenda, ya habría vuelto a la seguridad de su toalla y habitación.

Llega un punto en que la lluvia es más molesta que agradable, y ambos se dan cuenta, pues se dirigen sin compartir palabra hacia las escaleras y no tardan en pisar el césped de nuevo. Recogen sus toallas y se envuelven en ellas, solo para caer en la cuenta de que ya están empapadas y no hay refugio seco en el que esconderse del diluvio que ha surgido de cuatro gotas inocentes.

LAGOM: not too little, not too much. Just right. (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora