Capítulo 20

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Diciembre se abre paso sin piedad y el frío se hace protagonista. Solo medio mes para poner fin a ese año.

La manta por la noche no es suficiente, así que se trasladan al calor del edredón en sus habitaciones. Las citas en la playa se reducen a paseos a toda prisa con las manos congeladas y las mejillas sonrojadas, y se excusan con el frío para pasar más horas de las normales enredados en el sofá.

Raoul espera a Agoney en el coche, con la calefacción puesta. Se frota los ojos e intenta eliminar el cansancio de un lunes largo en la facultad, con comida incluida. Revisa la hora un par de veces y su teléfono por si le ha enviado algún mensaje con un cambio de planes.

Cuando vuelve a bloquear la pantalla, ve a Agoney salir por la puerta, acompañado por Lola, a quien Raoul había conocido unos días atrás, cuando el frío era un poco más soportable y le había parecido una buena idea esperarle fuera del coche.

Cuando llegan hasta el coche, la chica le saluda con gran efusividad y Raoul le devuelve el saludo, acompañado por una sonrisa. Un par de minutos después, Agoney se despide de Lola y abre la puerta del coche.

Raoul se estremece con la ola de frío que entra con él y deja ir un quejido que hace resoplar a Agoney.

- Qué bien se está aquí – suspira Agoney, frotándose las manos.

- Se estaba mejor con la puerta cerrada, ya sabes, antes de ti – se burla el menor.

Pero tira de su abrigo marrón para acercarle y calentar sus labios con un beso.

- Estás helado – confirma.

- Santa Claus is coming to town – canta, con su voz más suave, y hace reír a Raoul.

Raoul se retira y pone en marcha el coche. Agoney no tarda en reclamarle la mano y sujetarla sobre su pierna, acariciando la palma como suele hacer mientras conduce.

Cuando llegan a la comunidad, todavía con las manos unidas, Agoney confiesa tener dolor de cabeza y ganas de descansar.

- ¿Quieres compañía? – se ofrece Raoul.

Agoney asiente y se deja arrastrar hacia la portería donde viven los Vázquez. Su casa huele como siempre, tiene ese aroma peculiar que le recuerda a una sensación de familiaridad y tranquilidad increíbles. Siempre le ha parecido curioso que cada casa tenga un olor distinto y propio, y con el dolor de cabeza y los sentidos agudizados, no puede evitar planteárselo.

El silencio reina en el piso, están solos. Raoul no suelta su mano y le lleva hasta la habitación. Todavía no ha hablado con su familia sobre su relación con Agoney y, aunque sabe que no hace falta que se lo explique, le gustaría hacerlo para no sentirse forastero en su propia casa cuando entra a ella con Agoney de la mano.

Enciende la luz del escritorio para que no sea tan potente como la general y no moleste a Agoney y se tumba sobre la colcha, esperando que le siga. Lo hace, dejándole la cabeza en el abdomen y recogiendo las piernas.

Raoul lleva los dedos a la cabeza del canario y los hunde entre sus mechones.

- ¿Te molesta si te acaricio? – pregunta, bajando el tono de su voz.

- No. Sigue – le pide.

Mueve los dedos entre los mechones y deshace algunos rizos y piensa en lo mucho que le gusta. Le gusta el tacto del pelo, le gusta el peso de su cabeza en el abdomen, le gusta la respiración que acompaña a la suya en el silencio de la habitación, le gusta el olor que guarda casi toda su ropa a esas alturas. Le gusta cómo se siente cuando está con él.

LAGOM: not too little, not too much. Just right. (Ragoney)Where stories live. Discover now