Capítulo 8.

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Raoul se despierta de tan buen humor que no encuentra explicación lógica. Es martes. Martes de clases. Martes de madrugar. Martes. Muy lejos del viernes, muy cerca de los exámenes. Pero está de buen humor.

Lo celebra con un vaso largo de zumo de naranja y un par de tostadas con mantequilla que se come a toda prisa, pues se ha puesto música para ducharse y, con el subidón de adrenalina que sigue sin entender, se le ha ido el tiempo de las manos. Además, se permite hacerlo en su balcón, envuelto en su manta más suave para cortar el frío mañanero de octubre.

El patio está vacío, el agua de la piscina inmóvil y las hojas de los árboles caen silenciosamente, abatidas por la lucha entre el verano y el otoño.

Llega tarde a clase y encuentra sitio al lado de Elena.

- ¿Te has quedado dormido? – le pregunta en un susurro discreto mientras continúa trazando líneas en su libreta.

- Qué va, me he venido muy arriba con la música en la ducha y se me ha ido de las manos.

Levanta el bolígrafo del papel y, con los labios entreabiertos, le lanza una mirada intensa que brilla bajo la poca luz natural que entra por la ventana.

- Estás contento – lo afirma.

- Lo estoy. No sé por qué.

- Dios... un milagro.

Acerca la mano a su mejilla y Raoul se sonroja.

- No existen los milagros, Ele.

- Pues necesito uno para mañana, así que ya puedes estar buscándome alguno.

La chica se ríe y parece saber de qué está hablando, pero Raoul no tiene ni idea, así que la mira con duda y le sonríe para no hacerla sentir incómoda.

- ¿Qué tienes mañana?

Quique se gira para hacerles callar con un sonido enervante y Raoul siente la necesidad de darle una colleja en la nuca, pero se la reserva para cuando no les esté observando un profesor y más de cuarenta personas.

- No hablo contigo – espeta Elena y fulmina a Quique con la mirada, atrayendo así a más miradas curiosas.

Raoul decide pasar del tema y se dispone a sacar su ordenador para coger apuntes, pero el tono alzado de Quique le hace levantar la cabeza a toda prisa e indicarle que baje el volumen.

- Me tienes... harto.

- Algo en común teníamos que tener – la voz aguda de la chica se alza y el profesor para de hablar en seco.

- Los del final, ¿os importa solucionar vuestros dramas fuera de mi aula?

Ahora sí, Raoul se quiere meter debajo de la mesa. Toda, absolutamente toda, la clase se ha girado para mirarles. Finge no estar al lado de la pareja que está montando el escándalo y continúa rebuscando en su mochila.

Una vez el profesor ha retomado la lección y Quique se ha girado para seguirla, Elena resopla fuertemente y se cruza de brazos.

- No le soporto – susurra, la voz claramente cargada de ira.

- Ya te gustaría no soportarle – Raoul responde casi sin pensarlo.

- Cállate.

Y lo hace. Escucha, sorprendentemente, hasta el final de la clase. Se ha planteado estar atento para después ahorrarse las horas de estudio, pero sabe que solo lo va a cumplir dos o tres (máximo) días. Algo es algo.

LAGOM: not too little, not too much. Just right. (Ragoney)Where stories live. Discover now