Capítulo 5

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Las tardes hasta las tantas en la piscina se han convertido en rutina para Raoul y Agoney. Ambos se apresuran para salir de clase, dan explicaciones vagas a sus compañeros de por qué no aceptan unas tapas en el bar después de las clases, y regresan a casa. Raoul siempre llega antes que Agoney, pues suele saltarse la última hora y, además, vuelve en coche. Agoney tiene horarios más extensos, aunque los viernes libres, y vuelve en autobús. Así que Raoul se limita a comer y esperar en su habitación a ver a su vecino entrar en su edificio. Pasada la media hora en la que calcula que ha tenido tiempo de comer, sale al jardín, se mete en la piscina o no, en función del tiempo que haga, y disfruta de las bocanadas de libertad hasta que se ven acompañadas por el acento canario que le suena a hogar. 

Es un jueves de mediados de octubre cuando Raoul camina con algo de fresco hacia el parking, pasando como siempre por la marquesina en la que un Agoney adormecido espera, siempre con cables blancos y finos de auriculares cayendo por su pecho. Encoge los hombros y juega con las llaves del coche unas cuantas veces antes de sacarlas y desaparecer por la puerta metálica. No sabe hasta qué punto Agoney es consciente de que lo ve cada mañana, pero prefiere guardarlo como si se tratara de un secreto, un pequeño placer mañanero, el ver a su vecino con los ojos entrecerrados y el pelo imposiblemente suave y ligeramente despeinado. Esa mañana en especial, pues hay viento.

La vuelta de la universidad es algo caótica para Raoul, pues llueve y las carreteras se colapsan de coches haciendo cola tras algún accidente desafortunado en una de las desviaciones de la autopista. Además, ese día se ha tenido que quedar un rato de más con Elena y Ricard, ambos bastante preocupados por si Raoul está molesto con alguno de los dos.

- No, de verdad, es solo que me apetece estar en casa. Todavía hace buen tiempo y me quedo con Nerea en la piscina por la tarde.

- Hoy hace un día de pena, salgamos y hagamos algo. 

Raoul lo piensa, piensa en ceder y salir con sus amigos, pero sabe que no es lo que quiere, y no quiere dejarse llevar por lo que otros, aunque se trate de su buen compañero Ricard y su gran confidente Elena, decidan por él. Realmente no le apetece salir, esa tarde no. Le apetece dormir una siesta y recuperar el sueño de las últimas semanas perdido entre charlas sin sentido a medianoche en el jardín. Le apetece dormir algo y hablar con Agoney. Le apetece sentirse bien y, aunque intente engañarse a sí mismo, por mucho que quiera creer que le gusta estar con sus amigos, es consciente de que hace ya unos meses dejó de sentir euforia ante cualquier plan que le propusieran. 

- Qué va, tío. Hace día de peli y manta.

Y no miente, esta vez no. Le apetece mucho dormirse con alguna banda sonora de fondo y diálogos poco importantes en la historia del cine. Le apetece una buena tarde de invierno enredado en mantas.

- ¿Quieres venirte a casa? Podemos ver algo – ofrece Elena. 

- ¿Qué tal el sábado? 

Sabe que no puede simplemente desaparecer del mapa. Es consciente de que, por mucho que haya encontrado un lugar donde siente que encaja y es feliz, y que este sea su casa, no puede desenlazarse de su vida en la universidad, porque al fin y al cabo es donde pasa muchas horas al día. Además, no cabe duda de que aprecia a sus amigos y que le gusta pasar ratos con ellos. Es... es simplemente que acaba sintiéndose acorralado y asustado, y siente ganas de huir a su casa. 

- Desde que me haces preguntas profundas sobre cómo me siento, estoy pensando mucho – le dijo la noche anterior a Agoney, mientras este daba una vuelta más a su cuerpo con la manta verde que había sacado al jardín.

Y es cierto. Raoul nunca se ha planteado por qué no siente la necesidad de hacer lo que todo el mundo hace. Nunca se ha parado a pensar en si es bueno preferir un plan tranquilo con gente cercana a una fiesta alocada en un local repleto de desconocidos. Nunca lo ha pensado, pero desde el comienzo del año anterior empezaba a notar cómo cada plan indeseado se añadía a la lista de cosas que no le hacían sentir bien. Llega un punto en que Raoul no sabe si se siente incómodo porque no le gusta su carrera, o si no le gusta la carrera porque se siente incómodo. Y sabe que no es la única persona en el mundo que se siente perdido en ese aspecto, pero a veces siente que nadie le entiende.

LAGOM: not too little, not too much. Just right. (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora