Capítulo 4

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Primer día de clase. Raoul desayuna a desgana en su balcón, observando con tristeza la solitaria piscina. Hace ya un cuarto de hora que Agoney salió del recinto y Raoul le observó desde el ventanal del comedor. Sintió ganas de salir a desearle un buen día, pero contuvo las ganas y pensó que a la vuelta de sus clases iría a preguntarle por su primer día.

Recoge la mochila que llevaba todo el verano vacía y escondida en el armario y la llena de un par de libretas, una calculadora y la bata que deberá devolver a su taquilla. Mete algo de comida por si la mañana se le hace tan eterna como recuerda y, tras ponerse un poco de perfume, sale por la puerta.

Juega con las llaves del coche en el bolsillo de sus pantalones y ajusta la mochila para ir más cómodo. Camina el par de calles que le separan del parking, y cuando está en la puerta de este, se fija en la parada de autobús que hay enfrente, en la que un Agoney algo nervioso mira su móvil y espera. Se le escapa una pequeña sonrisa, mira una última vez a su vecino y desparece por la puerta del parking.

El camino se le hace interminable y sabe que le costará una semana volver a acostumbrarse a la media hora de radio y carretera. Se consuela al saber que, por lo menos, ahorra quince minutos extras que tarda el autobús que pasa por su pueblo.

Es recibido en la facultad por cientos de voces emocionadas por reencontrarse, olor a café cerca de la cafetería y el sonido metálico de todas las taquillas siendo abiertas y cerradas a la vez, todo el mundo aprovechando el primer día para guardar sus cosas y enganchar fotos y horarios. La taquilla de Raoul es más bien sosa. Hay una foto con sus tres amigos, Quique, Ricard y Elena, pero solo porque el primer año la compartió con el primero de ellos y la pegó con una cola demasiado resistente.

Como si hubieran escuchado sus pensamientos, Elena y Ricard le sorprenden en la taquilla mientras lanza la bata en su interior, con muy poco cuidado, y cierra con ganas, dando una vuelta de llave.

- Por fin te vemos el pelo, rubio – dice Ricard con una carcajada honesta. Es buen tío, quizás demasiado extrovertido para el gusto de Raoul, pero un buen consejero y confidente, aunque Raoul nunca haya querido compartir nada demasiado personal.

- Te perdiste la fiesta del sábado pasado. Quique acabó por los suelos suplicando una copa más a la camarera. Menudo cerdo – Elena ríe porque, aunque ella no quiera admitirlo, Raoul sabe que siempre ha sentido algo por Quique.

- Enrique y sus estrategias para ligar – dice Raoul.

- ¿Dónde te has metido? Te enviamos mensajes por si querías apuntarte – dice el chico, alto y moreno.

- Ah, ya sabes. Me tuve que quedar con Nerea.

- Ya, y yo soy rubia – responde con ironía Elena.

Caminan en dirección al aula que les han asignado para la primera charla del curso, la introducción que todos temen porque saben que, una vez acabada, empieza lo peor. Y un tercer año de carrera no pinta nada bien, especialmente con un par de asignaturas acumuladas de otros años. Pero a Raoul le importa bien poco.

- ¿Y Quique? – pregunta. Aunque esto último tampoco le importa. No ha vuelto a hablar con él desde la hoguera en la playa, donde su primo Marc decidió besarle delante de todos. Lo recuerda con un escalofrío recorriéndole el cuerpo.

- Llegará tarde, como siempre.

Efectivamente, el menor y más alocado del grupo se une a ellos ya entrada la presentación. Y, por entrada, Raoul quiere decir casi finalizada. Nada nuevo, lo mismo de siempre: bienvenidos a la universidad, estudiad mucho, estáis a un paso de ser biólogos, bla bla bla.

LAGOM: not too little, not too much. Just right. (Ragoney)Where stories live. Discover now