3. Cuatro ojos y el anillo

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[Javier]

Luego del trabajo pasé por el parque a darles alimento a los perros de la calle como acostumbraba a hacer. Llegué a casa, donde Mittens me recibió con una fulminante mirada de “maldito humano, me has abandonado todo el día”. Me acerqué a ella y la tomé suavemente en mis brazos para acariciarla y provocar esos dulces ronroneos que tanto me gustan.

Encendí el televisor y fui a la cocina a prepararme algo para comer. Noté que me estaba quedando sin alimentos, pero no tenía dinero para ir al supermercado, casi todo se lo di a aquella loca de patio.

Por cierto, estoy seguro que notó que yo tenía razón, pero como es tan común en las chicas como ella, no podría dejarse derrotar luego de haber hecho tremendo show en público. Lo único que me reconfortaba de haberle dado mi dinero es que al fin me había librado de ella.

Me acerco al sofá a ver televisión un rato, y cuando iba a tomar el control remoto, noto que en mi mano derecha algo faltaba. Observo unos segundos y luego me percato. El anillo que siempre suelo llevar en el pulgar no estaba. ¡Mierda! ¿En qué momento? ¿En la universidad? ¿Trabajo? ¿Parque? ¿Metro? ¿Y si alguien lo había tomado? No, espera, tenía grabado mi nombre.  ¿Y si un Javier Andrés lo tomaba y se lo quedaba? No podía ser.

Busqué por todos los lugares de la casa, teniendo la esperanza de hallarlo, pero eso no pasó. Así fue como pasé toda la noche en vela pensando dónde podría estar mi anillo y cuáles eran las probabilidades de encontrarlo. ¿Cómo pude ser tan descuidado? Perdí uno de los objetos más valiosos de mi vida. Me costaba creer que descuidé algo que era muy importante para mí.

Al día siguiente me dirigí a la universidad como zombi sacado de The Walking Dead. No había dormido nada y mis ojeras y mi forma de caminar lo demostraban. Llegué a la facultad de medicina, entré a mi salón y me tiré en una de las mesas.

—   Qué ocurre compañero —dijo una voz, levanté la cabeza y aquel chico de ojos cafés, cabello de galán sacado de telenovela y estatura alta estaba observándome con una gran sonrisa— Wow, viejo, qué te ha pasado.

—   No molestes, Marcos —gruñí— Se me ha perdido algo importante y no sé si podré volver a encontrarlo.

—   Oh, si quieres te ayudo a buscarlo luego de clases —contestó con optimismo— Vamos, no te desanimes.

—   Debo ir a trabajar luego de clases, pero gracias por la buena disposición, sé que podía contar contigo para algo así. —hice mi mayor esfuerzo para sonreír después de esa frase, lo juro.

—   Sé que tal vez no es el momento para decirlo, pero venía a preguntarte si acaso irás a la fiesta del viernes —dijo cambiándome de tema.

—   Sabes que no voy a fiestas.

—   Vamos Javier —insistió— Te ayudará a despejarte, además que nos hace bien salir de vez en cuando, ¿Si? Di que sí, yo sé que quieres.

Marcos me tomó por los hombros y comenzó a zamarrearme suavemente mientras repetía una y otra vez que fuera con él, hasta que acepté, de mala gana pero acepté.

Luego de clases me dirigí al trabajo, lamentablemente tuve que descartar que mi anillo estuviese ahí, pues todos me aseguraron no haberlo visto por ningún lado. Así fue como comenzaron mis terribles horas de trabajo, pensando en el paradero de mi preciado anillo.

—   Eh Javier —dijo una compañera mientras yo me encontraba en la cocina— Alguien te está buscando.

—   ¿No sabes quién es? —pregunté curioso.

Los polos opuestos... ¿Se atraen?Where stories live. Discover now