16. ¡Demasiada sal!

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[Jennifer]

Luego de irme todo el metro escuchando canciones de mi amado Bruno Mars, llegué a la universidad. Había sido un fin de semana interesante, pero era momento de volver a la realidad, quedaba cada vez menos para que el semestre acabara y no podía distraerme, debía mantener mis notas.

Entré al salón y me encontré con Laura y Marcela murmurándose un par de cosas, al verme me hicieron señas con las manos y me acerqué a ellas. Me senté el silencio, esperando que ellas siguieran su conversación, pero no hablaban, me miraban seriamente. ¿Esperaban que yo fuera la que hablara?

—   ¿Ocurre algo? —pregunté finalmente.

—   Vamos, cuenta, ¿Qué ocurrió el sábado? —dijo Laura.

¡Lo sabía! Amaba a mis amigas, pero esa manía que tenían de querer saber todo de inmediato me inquietaba. Solté un largo suspiro y comencé a contar nuestra desastrosa pero entretenida cita. Desde que estuve veinte minutos jugando Candy Crush porque él no aparecía, hasta que acepté ser su novia en aquel cerro.

Ambas se acercaron y me abrazaron como si me hubiese ganado el mayor premio de la historia. ¡Siempre tan exageradas! Sin embargo no podía negar lo feliz que me hacía toda esta situación. Desde que Javier ha declarado sus sentimientos hacia mí que no he dejado de pensar en él.

Seguimos hablando de un par de cosas cuando a Laura le suena el celular.

—   Es de Marcos, me comenta lo aburrido que está en la facultad. Al parecer Javier no ha asistido hoy —dijo mientras le respondía algo.

—   ¿Eh? ¿Sabe por qué no fue? —pregunté curiosa.

—   “Me ha dicho que está en cama, con fiebre” —citó.

Me quedé pensativa unos momentos. Recordé que el sábado el viento que hacía era enorme, y Javier me había entregado su polerón, ¿Se habrá enfermado en aquella ocasión? El domingo no supe nada de él porque me la pasé estudiando. Eso significa que ya es segundo día que está así.

Las horas pasaron y decidí que iría a su casa luego de clases. Pasaría a la farmacia a comprar un par de medicinas e iría a cuidarlo, pues eso hacen las novias…

¿No?

Me despedí de mis amigas y fui la primera en salir de la universidad, para mi sorpresa, Miguel me estaba esperando, llevaba su guitarra con él, y al verme una gran sonrisa se dibujar en su rostro.

—   Te he estado esperando —dijo mientras se acercaba a saludarme— Venía a invitarte a comer algo.

—   Oh, gracias, pero lo siento mucho, debo hacer algo ahora.

—   Vaya —respondió con tristeza— Vale, es mi culpa por no avisar antes, lo entiendo. Es solo que tenía ganas de verte.

—   Que dulce eres —sonreí— Ya nos juntaremos y tocaremos un par de temas. Deja que me libere un poco de mis estudios. Además, creo que tú también debes estar ocupado.

—   Claro que sí, pero siempre puedo hacerme un tiempo por ti.

Le sonreí. Miguel me acompañó hasta la estación de metros, donde se despidió sin antes preguntarme si era muy urgente lo que tenía que hacer. Al darse por vencido se fue y yo tomé el metro.

Al llegar pasé por la farmacia y compré un par de cosas, tal y como lo había planeado. Luego me fui caminando tranquilamente hasta los departamentos donde Javier vivía, me había colocado mis audífonos y Bruno Mars volvió a deleitarme con sus hermosas canciones. ¡Cómo me encanta este hombre!

Los polos opuestos... ¿Se atraen?Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt