27. Confesiones en una noche de borrachera.

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Una semana había pasado desde la última vez que Javier vio a Jennifer. En esa semana el pelinegro había optado por un cambio de imagen. ¿Por qué? Porque su amigo Marcos le dijo que era una buena forma de hacer “borrón y cuenta nueva”. Sin embargo él no quería eso, él quería a esa chica devuelta en su vida. Extrañaba sus abrazos, sus besos, incluso extrañaba las veces que lo ponía a jugar a la lucha libre.

Quién diría que terminaría extrañando ese juego.

Ahora su cabello era corto a los lados y con volumen al centro, también había optado por dejarse una pequeña cantidad de barba en el rostro. Se veía más grande, maduro, y sin duda más atractivo. Desde que había hecho ese cambio en él que no dejaba de recibir miradas de distintas mujeres, sin embargo la única persona que pasaba las veinticuatro horas en su cabeza era Jennifer.

—   Mira que guapos nos vemos con nuestra bata de doctor —alardeaba Marcos con orgullo— ¿Sabes? Me da algo de miedo andar vistiendo esto.

—   ¿Por qué? —preguntó el chico de lentes mientras se sentaba en una de las mesas y se cruzaba de brazos.

—   Como habrás notado soy increíblemente guapo —Javier puso los ojos en blanco, sabía a donde quería llegar su amigo— Entonces, ¿Qué pasa si mis pacientes no me toman atención porque están cautivadas con mi increíble atractivo?

—   Pensé que el ponerte de novio te había bajado el ego —se quejó el pelinegro— Odio este día, la diferencia de horas que hay de una clase a otra son eternas.

—   Le he dicho a Laura que venga a darse una vuelta por acá. ¿Nos acompañas?

—   Me rehúso a tocar el violín.

En eso la puerta se abre y entra Laura junto con Marcela. Javier se tensa y comienza a ponerse algo ansioso. Mira la puerta fijamente esperando a que Jennifer aparezca, pero eso no sucede. No puede evitar demostrar su decepción la cual es captada por el resto que se encontraba en el salón.

—   ¿Vamos a comer algo? —propone Marcela— Me estoy muriendo.

—   ¡Si, vamos! —exclama Marcos con alegría— He estado toda la mañana esperando este momento: la hora de comer.

—   Debemos esperar a Jennifer —dice Laura y el pelinegro reacciona rápidamente al escuchar su nombre— Ha pasado al baño.

Javier volvió a sentirse ansioso, luego de una semana volvería a verla. ¿Le diría algo? ¿Qué opinaría de su cambio estético? ¿Lo notaría? ¿Le diría que se ve bien? Un millón de preguntas así pasaban por la cabeza del chico cuando cae en la situación que está pensando igual que una chica. Se sacudió levemente la cabeza, quitando todas esas preguntas de su cabeza e intentó actuar normal. Iba a quitarse su bata de doctor pero de pronto pensó que Jennifer no lo había visto vestido así antes, y que posiblemente le agradaría.

Luego de esto debería conseguirse un psicólogo ya que cada vez pensaba más como una chica.

Soltó un suspiro mientras se rascaba suavemente la sien, en eso la ve aparecer por la puerta y queda pasmado. Su cabello largo estaba recogido en una trenza que le daba una apariencia más de niña pequeña, pero se veía hermosa. Llevaba una chaqueta y una bufanda roja que le quedaba perfecta. Sus ojos estaban más verdes que nunca. Había olvidado lo hermosa que era, y el volver a verla hizo que su corazón se acelerara. La chica captó la notoria mirada que el pelinegro le dirigía y se la regresó, quedándose sorprendida ante aquel cambio físico que había tenido. Se veía bien, muy bien. No podía negar que aquella apariencia de chico maduro le quedaba excelente. Rápidamente corrió la mirada y caminó hacia sus amigas.

Los polos opuestos... ¿Se atraen?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora