15. ¡Primera (desastrosa) cita!

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[Jennifer]

Por fin sábado. Con Javier habíamos quedado de juntarnos a las 12 en una plaza que quedaba cerca de dónde vivíamos. Al llegar me di cuenta que había sido la primera, miré la hora y eran las 12:02… Me senté en una de las bancas a esperar mientras jugaba en mi celular.

Volví a mirar la hora, 12:15. ¿De verdad Javier? ¿Haces esperar a una chica en una cita? ¡Qué tanto puede demorarse un hombre en aparecer! Se supone que las que se demoran somos nosotros. Bah, se me olvida a veces que es una princesa. 12:20, se demora cinco minutos más y le rompo la cara, palabra de mujer.

Cuando imaginaba qué clase de llave hacerle al cuerpo de Javier, lo veo corriendo a toda prisa hacia el parque, pareciera que estaba compitiendo en una carrera contra Usain Bolt. Veinte minutos tarde Javier Andrés, debes tener claro que deseo hacerte muchas cosas malas.

—   Discúlpame —dijo recobrando el aire, intentaba hablar pero le costaba, yo solo lo observaba con seriedad— Perdón, perdón, perdón —decía mientras unía sus manos como si estuviese orando.

—   ¿Por qué te demoraste tanto? ¿No encontrabas tu rímel? ¿Lápiz labial? ¿Media hora en el espejo decidiendo qué ponerte? —me burlé.

—   En realidad —se llevó la mano a la cabeza y se desordenó el cabello— Me he quedado dormido.

Fruncí el ceño, él me miraba como si fuese un ángel caído del cielo. De verdad hubiese preferido que me dijera que estaba indeciso entre su remera azul o roja antes que me dijera que se había quedado dormido. ¡Vaya hombre!

—   Vamos —contesté con frialdad.

Comienzo a caminar sin preocuparme si él me seguía el paso, en realidad no estaba enojada, de hecho estaba bastante entretenida pasando las etapas del Candy Crush en mi celular, pero igual no estuvo bien que me dejara esperando veinte minutos, así que me vengaré a mi manera.

Fuimos hasta la estación de metro en silencio, él me miraba con cara de perro mojado arrepentido y yo pretendía no percatarme. Mi yo interior reía con gloria, me sentía victoriosa. Lo mereces, maldito cuatro ojos.

Nos bajamos y nos fuimos a un paradero a esperar un autobús.

—   ¿Hasta cuándo estarás enojada? —preguntó.

—   ¿Quién está enojada?

—   Tú —gruñó.

—   ¿Yo? —dije mirándolo sorprendida— Cómo se te ocurre. —con sarcasmo.

Javier abrió la boca para decir algo, pero decidió guardar silencio en el momento en que el autobús se detiene frente a nosotros. Me subo primero, seguido de él, pasando mi tarjeta. Estaba lleno, pero éramos los únicos que estábamos de pie. No soportaba irme de pie en los autobuses, así que buscando entre la gente noté que una señora tenía su asiento desocupado, en donde tenía sus bolsas encima. Me acerqué a ella y la miré.

—   Disculpe —ella me miró con mala cara— ¿Puede quitar sus bolsas para sentarme?

La señora pretendió no escucharme. Bien, lo que me faltaba, primero la princesa me deja esperando veinte minutos y luego una señora no quiere ceder un asiento que en realidad está libre. Molesta, tomé las bolsas y las dejé en las piernas de la señora, quien me miró molesta.

—   ¿Qué crees que haces? —dijo molesta.

—   A ver señora —gruñí— A menos que le haya pagado el pasaje a sus bolsas, usted no tiene derecho de ocupar dos asientos en algo tan inútil. Si el culo que tiene no le da para un asiento no es culpa mía, no ponga sus bolsas para aparentar que el asiento está ocupado —me metí como pude y me senté en el asiento que daba hacia la ventana.

Los polos opuestos... ¿Se atraen?Where stories live. Discover now