12. El pasado de Javier

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Abrí lentamente mis ojos y me senté en la cama, bostezando y estirando mis brazos. Miré a mi lado y tomé el celular, tenía un par de mensajes de Miguel. Llevábamos días hablando, me comentaba de una presentación que haría en un pequeño local, y me estaba preguntando si le gustaría participar con él, sin embargo no habíamos tenido días para ensayar. Se supone que lo haríamos hoy, pero hoy…

Me levanté de la cama y a pasos torpes me dirigí al baño, donde me di una ducha relajante. El día estaba bonito, así que no dudé en ponerme unos pantalones cortos, y una remera que dejaba ver mi hombro, parecido al que usé en mi cumpleaños. Al llegar a la cocina Rosita me estaba esperando con el infaltable desayuno.

—   ¿Hará algo hoy, señorita? —preguntó mientras me acercaba las tostadas.

—   Si, saldré —contesté— Pero llegaré temprano, creo. —le sonreí.

Ella me regresó la sonrisa y siguió haciendo lo tuyo. Al terminar mi desayuno dejé las cosas a un lado y me fui a mi habitación, tomé mi guitarra y jugué un rato, creando un par de melodías, o tocando temas conocidos. A ratos pensaba en la presentación, la cual era mañana. En verdad no creía que pudiera participar, con Miguel nos habíamos juntado después de mi cumpleaños y habíamos estado tocando juntos, el chico tenía un gran talento y una increíble voz, y a él le había gustado la mía.

Estaba en lo mío cuando un mensaje hizo que me detuviera de tocar. Dejé la guitarra a un lado y tomé el celular. Hablando del rey de roma. “Confío en que te aprenderás la canción, espero verte mañana. ¡Será un gran éxito!” Y con ello, adjuntaba la partitura de la canción, la cual conocía.

Las horas pasaron y tomé mi bolso para salir de casa. Había quedado de juntarme con Ismael en una plaza un tanto alejada del edificio de Javier, ninguno quería que el chico se enterara de nuestro encuentro.

Al llegar lo vi sentado acariciando a un perro, al parecer tiene el mismo afecto hacia los perros callejeros que su hermano. También se vestían bastante parecidos, el chico tenía los mismos ojos grises que su hermano, pero no eran tan profundos. Su cabello era corto y oscuro. Lo miré detenidamente y me di cuenta que era un mini-Javier.

—   ¡Hola! —le dije, él me miró y me sonrió— ¿Has esperado mucho?

—   No en verdad, he llegado hace poco.

—   Ya veo —me senté a su lado— No pude evitar mirarte mientras me acercaba, te pareces bastante a Javier.

—   Siempre nos han dicho eso —sonrió— mi madre solía decir que seríamos una copia exacta cuando fuéramos adultos.

—   Tu madre… —murmuré.

Él me miró y tomó el anillo que colgaba de su cuello, se sacó la cadena y me lo entregó. Lo tomé con cuidado y lo observé. Tenía la misma frase que el anillo de Javier, solo que aquí decía Ismael.

—   Un obsequio de ella antes de morir —dijo finalmente. Yo lo miré sorprendida— Falleció de cáncer cuando Javier tenía mi edad actualmente, 17. Yo tenía 13 en aquel entonces. A todos nos chocó bastante, fue algo repentino. Se lo diagnosticaron cuando ya estaba en la última fase —me miró con tristeza— En ese entonces no nos quedó más que esperar.

—   Lo siento mucho… —respondí sin saber que decir.

—   A Javier le afectó mucho la muerte de nuestra madre, pues eran muy apegados. Sin embargo aquel último tiempo ellos habían tenido muchas discusiones. Mi hermano tenía una novia la cual lo absorbía mucho, por lo que nunca estaba en casa, o nunca tenía tiempo para compartir con mamá o con la familia en general. En ese tiempo nunca cenó con nosotros. Cuando mamá quería que fuéramos a ver televisión o simplemente pasar el rato con ella, él no iba. Entonces… Pasó —me miró— Le diagnosticaron y tuvieron que llevarla al hospital.

Los polos opuestos... ¿Se atraen?Место, где живут истории. Откройте их для себя