Capítulo 35

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- ¿Son todos? ¿Dónde están Halston y Vic? –preguntó Eric al volante de la Caravana, una vez que, entre llantos y terror, todos nos hubimos arrojados dentro ante la ausencia de la Van.

Jamás olvidaré la respuesta de Rawvanna y el efecto que sus palabras tuvieron en la atmosfera, como si se bajara la temperatura y un invierno de desesperanza abandonara el vehículo y a todos nosotros. Sentí que caía en un profundo pozo que no tenía fondo.

- Cranston los mató –dijo la chica exhausta por la marcha, mientras se tiraba en la cocina-. Vámonos de aquí o seremos los siguientes.

Eric no esperó más explicaciones y arrancó la Caravana hacia la oscuridad mientras los disparos de los hombres de Cranston comenzaban a sonar detrás de nosotros. Sé que no fue lo más inteligente, pero en ese momento no pensé claramente. Logré ponerme de pie, y tambaleándome me asomé por la ventanilla trasera de la casa rodante. Observé a los mercenarios disparando frenéticamente apenas siguiéndonos a pie hasta que sus armas cesaron y se perdieron en la noche.

Durante cerca de una hora, mientras salíamos a toda prisa de Las Vegas esperando no ser seguidos por nuestro enemigo, nadie dijo nada. La Caravana fue reinada por un incómodo silencio que gritaba anunciando la muerte de nuestros amigos. Eric permaneció al volante en todo momento, mientras el resto nos encontrábamos tratando de lidiar con los recientes hechos. No podía quitarme esos gritos de la cabeza, el sonido que hizo el cuerpo de Vic al caer a la tierra. Me trastornaba que, hacia tan solo un rato, ambos estaban con vida, entusiasmados por llegar a Cuba, y ahora, todos esos sueños nunca se habían cumplido. Me frustraba la idea de que Vic había muerto sin saber si nosotros habíamos logrado escapar, el terror que sintió Halston al caer al vacío...me costaba lidiar con todo ello.

- Ya nos alejamos suficiente –Eric rompió el hielo mientras detenía el vehículo en medio del desierto-. Les llevamos ventaja, pero podrán rastrearnos.

- ¿Ahora qué? –preguntó Alex con un nudo en la garganta.

- Voy a matar a Cranston –soltó Sam enfurecida-. Voy a matar al maldito. Juro que le clavaré una flecha en pecho.

No podía estar más de acuerdo con ella, si antes lo quería muerto, ahora era algo definitivo. Pero al pensar en la idea, sentí miedo. ¿Realmente podíamos vencer al hombre? Ya habíamos tenido tres oportunidades y en todas él había salido ganando. ¿Era posible que matáramos a Cranston? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de volver a rencontrarnos con él y que matara a más de nosotros, sino es que a todos?

- Quizás no sea necesario –susurró Jafet.

- ¿De qué hablas? –preguntó Vanessa.

Todos miramos a Jafet, confundidos.

- Creo que está enfermo, creo que está muriendo- soltó Jafet.

Llamó mi atención.

- ¿A qué te refieres, amigo? –preguntó Roque.

- Tiene la enfermedad de Wilson –sostuvo mi amigo-. Bueno...eso creo.

- ¿Quién es Wilson? –preguntó Derek confundido.

- Explícate –pidió Vanessa.

- Cuando lo vimos en las cámaras de la Soledad, noté que estaba mucho más delgado que antes. No le di mucha importancia, pero su mano...mientras hablaba con Ed, su mano temblaba.

- Cuando me apuntó con la pistola –añadí-. Estaba temblando.

- Bueno, cuando se me acercó –explicó Jafet-. Vi sus ojos...estaban amarillos.

- ¿Eso que carajos significa? –preguntó Derek.

- En la Soledad, entre el tributo para Cranston, había Trientina. La acababan de añadir a la lista.

- Es la que le disté a Maddy –recordé-. Para el cobre.

- Sí, pues la Enfermedad de Wilson es eso, cobre en la sangre. En exceso. La medicina, los temblores, los ojos...todo concuerda, creo que Cranston está muriendo, y lo sabe. Se está tratando y consigue su medicina de la Soledad.

- Por eso estaba tan desesperado con el medicamento que fue a ver a Ed –adivinó Alex-. La medicina que no encontraba en otro lado, era esa.

- ¿Por qué no solo ataca la Soledad y ya? –pregunté.

- Nos lo acaba de decir –respondió Alex-. No quería atacar el centro con nosotros dentro porque podíamos morir en los estragos...s

- No lo creo -interrumpió Vanessa-. Él sabe que, si ataca, habrá una masacre...puede perder la medicina en la batalla.

- Pero la podría conseguir de otra parte, ¿no? –pregunté.

- No, había dicho que las farmacias estaban vacías y que...carajo, de eso se trata. Alex tiene razón.

- ¿Qué? –preguntó Sam.

- Durante todo este tiempo creímos que la razón por la que Cranston invadía y conquistaba tantos campamentos, era porque nos buscaba -descubrió Vanessa-. Y sí, en parte, pero...estaba buscando otra cosa. Medicina. La Soledad la tiene, nadie más.

- A inicios de la Pandemia, la Soledad saqueó un laboratorio importante en Colorado –recordó Jafet-. Seguro ahí producían la Trientina, por eso tenemos tanta y está tan escasa.

- Cranston está muriendo -murmuró Ellen.

- Eso solo lo hace más peligroso –supuso Roque-. Si está muriendo, no tiene nada que perder.

- ¿Cuánto tiempo podría vivir así? –pregunté.

Jafet se encogió de hombros.

- No lo sé, pero no tiene cura y es mortal, bueno, sus síntomas podrían ser mortales. Y por el momento, no recibe suficiente medicina.

- Y si tiene la Soledad, tendrá pasó libre a México, dónde habrá más oportunidades para él –completó Vanessa.

Jafet asintió.

- Pues no pienso esperar a que lo maté la enfermedad –solté-. Tenemos que hacer algo.

- Debe tener un buen plan para atacar en año nuevo –afirmó Alan-. No hará cambios, no lo adelantará, aún podríamos llegar a la Soledad.

- ¿Tienen las cartas? ¿Los documentos? –preguntó Alex esperanzado.

Jafet se levantó la playera lo suficiente para mostrar que tenía ocultos los papeles bajo la ropa, sostenidos por el borde de su pantalón.

- Ya no los quiero –los rechazó Alex cuando el chico se los ofreció.

Las cartas terminaron en el suelo, en medio de todos.

- Hay que ir a la Soledad –solté.

- El plan sigue en pie –dijo Vanessa-. Pero ahora tenemos que apresurarnos, hay que llegar antes que Cranston, sacar a todos a tiempo antes de que inicie su invasión.

- ¿Dijo cuándo sería? –preguntó Ellen.

- En Año Nuevo –recordó Vanessa- Eso dijo. Tenemos aún una semana.

- Cranston sabe que vamos para allá –sostuve.

- No lo creo, lo lógico sería que huyéramos hacia Los Ángeles, donde estaremos seguros –afirmó Eric-. Tarde o temprano nos rastreará hacia allá, con el nuevo gobierno él no podrá entrar la ciudad.

- ¿Y cuál es nuestra siguiente parada? –pregunté.

- Los Ángeles –respondió Eric. 

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now