Capítulo 38

492 73 1
                                    

- Como en los viejos tiempos. ¿Lo recuerdan? ¿Cuándo solo éramos nosotros tres?

- Con la espontánea intervención de alguno de los otros de vez en cuando, resultando en extrañas combinaciones, pero sí, solo nosotros tres –continuó Alex.

- ¿Se dan cuenta de que hace un año, nosotros estábamos en clases? Los viejos tiempos...no son tan viejos en realidad –observé.

- Pareciera que ya pasó una eternidad –murmuró Vanessa.

Salimos del callejón y la escena nos sorprendió a todos. A la ciudad sí que le había afectado este año, estaba hecha un desastre. Muchos edificios lucían viejos y abandonados, más de la mitad de los negocios estaban cerrados y tenían sus ventanas rotas. Muchos muros estaban tapizados con grafitis y tabloides con todo tipo de consignas contra los zombis y el gobierno. A lo largo de la avenida había muchos autos aparcados, abandonados y con muchas partes faltantes. Por otro lado, los ciudadanos caminaban con total naturalidad de un lugar a otro, como si se tratara del algún día común sin el fin del mundo. Algunos llevaban hasta maletines camino al trabajo. Lo que más me llamó la atención fue la ropa; todos tenían su vestimenta libre de orificios, limpia y perfectamente planchada.

- Esto es increíble –respondió Vanessa.

- Bueno, ¿ahora qué hacemos? –preguntó Alex.

- Si Halston estuviera aquí, ¿qué le gustaría hacer? –les planteé.

- Creo que iría a algún lugar público y...observaría a las personas –respondió Vanessa después de un rato-. Admiraría como llevan sus vidas de una forma tan...normal.

- Creo que iría a algún restaurante por algo de comida decente.

- ¿Es lo que haría Halston o lo que tú harías? – le pregunté al chico.

- Ambas.

- Primero a ver qué averiguamos.

Caminamos sobre la calle como hacía el resto de las personas y avanzamos por la avenida sin estar seguros de ir en alguna dirección clara. No tardamos en encontrarnos con una patrulla de militares. Pensé en acercarme a ellos y preguntarles por la situación de la ciudad, pero me detuve cuando noté recibieron miradas asesinas por parte de las personas y hasta uno que otro abucheo. Los soldados observaron a los ciudadanos con indiferencia y continuaron su ruta como si ya estuvieran acostumbrados a ello.

De pronto tuve un mal presentimiento, comenzaba a temer que nos hubiéramos metido a una ciudad en crisis sin saberlo.

- Esto no me gusta –murmuró Vanessa.

- Ni a mí. ¿No habían mencionado unas revueltas anoche?

Decidimos ignorar nuestra ansiedad y seguir caminando sin rumbo fijo mientras observábamos como era la vida allí. En nuestro trayecto nos encontramos de todo: desde vendedores ambulantes hasta vagabundos pidiendo alimento a los que circulaban por la calle, restos de edificios que se habían incendiado y lo que más impactó, junto a un edificio público, la pared forrada de fotografías de personas desaparecidas y mensajes de esperanza. Noté a un anciano dejando flores en el memorial. Me di cuenta de que quizás la vida allí no era tan fácil como aparentaba, seguramente habían tenido todo tipo de problemas al iniciar la Pandemia. Así como nosotros, también habían pasado por todo un infierno. Conseguir un lugar como ese no debe ser gratis.

Luego de un par de horas caminando, guiados por el ruido de una protesta, encontramos una pequeña plaza rectangular llena de árboles y un par de bancas, frente a un enorme edificio blanco con punta de cristal. Pero apenas podíamos apreciar el lugar con el gran tumulto de gente. Cientos de personas de todas las edades se habían congregado frente al gran edificio para protestar, muchos traían carteles y paliacates para cubrir el rostro. Pero lo que nos llamó más la atención fue la gran presencia militar alrededor de la construcción: un cerco de seguridad armado hasta los dientes la protegía de intrusos con barricadas y vayas; rodeándolo había desde vehículos de traslado de tropas hasta tanquetas perfectamente funcionales; y al alzar la vista, pude ver francotiradores en las azoteas cercanas. 

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now