Capítulo 47

1K 92 57
                                    

Una vez más nos embarcamos en la oscuridad de la ciudad, aunque el espíritu dentro de la Caravana se sentía renovado luego de tan hospitalaria recibida por parte de la Resistencia. Seguíamos preocupados por la situación, seguíamos dolidos por todo lo que había sucedido en la última semana; pero éramos positivos. A todos nos había sorprendido la forma en la que Nicole y sus hombres nos habían ayudado sin pedir nada a cambio, nos hizo recuperar algo de fe en la humanidad tras conocer personas como Cranston.

Luego de media hora nos encontramos de nuevo con ese gran enrejado que protegía la ciudad, solo que está vez había sido construido a mitad de la calle. No había desierto del otro lado, al contrario, la ciudad continuaba su rumbo. Aunque claro, las construcciones detrás de la muralla lucían diferente, a lo que estábamos acostumbrados a encontrar allá afuera. Estaban completamente desoladas. Me resultaba fascinante la escena híbrida y aún más el poder que tenía aquella cerca para provocar desolar una parte de la ciudad y mantener con vida a otra.

Una pequeña patrulla, un grupo de unos cinco soldados, vigilaba la puerta, mucho más pequeña que la qué habíamos usado para entrar en la ciudad. Comencé a preguntarme si ambos autobuses podrían cruzar por allí. Gregor bajó del camión que encabezaba la marcha y avanzo para dialogar con los guardias. Pude observar que le entregaba algo a uno de ellos, parecía ser un fajo de billetes. Los soldados discutieron un poco entre ellos y cuando comenzaba a ponerme nervioso, corrieron la puerta que pudiéramos salir.

En cuanto la Caravana atravesó el enorme enrejado que mantenía esclava a la ciudad, sentí un enorme alivio como un ave que por fin escapa de su jaula y se abre en vuelo. Todos nosotros soltamos un suspiro. No tardamos en romper en risas y comenzar a festejar nuestra primera victoria. No habíamos pasado mucho tiempo ahí adentro, pero se había sentido como una eternidad. Finalmente éramos libres de continuar nuestro camino.

- Supongo que ya no hay marcha atrás -murmuro Derek junto a mí.

Rodeé al chico con mi brazo para reconfortarlo un poco, lo único que conseguí fue una mueca incomoda por su parte. La ignoré.

- Todo saldrá bien.

- Prepárense para un viaje largo, amigos -anunció Alex-. Próxima parada, México.

Mi amigo no mentía, el trayecto hasta Tijuana se prolongó bastante. Y la política de no paradas lo hizo sentir mucho más largo de lo que en realidad era. Al menos nosotros viajábamos en una casa, literalmente. Podíamos ir a la cocina por un refrigerio, recostarnos en los dormitorios o incluso caminar un poco por el pasillo para no agotarnos. No podía imaginarme como la estaban pasando todas esas personas en los autobuses, todos acinados. Por un momento me pregunté si debimos haberles ofrecido lugar dentro de la Caravana, no tarde en decidir que había sido mejor así. Quizás era algo egoísta de mi parte pensar así.

Al viajar de noche, no hubo mucho que admirar durante el camino. La carretera se encontraba completamente a oscuras apenas iluminada por los faroles de nuestros transportes. En más de una ocasión tuvimos que evadir algunos obstáculos, que iban desde autos volcados, postes caídos o la más frustrante de todas, una vieja barricada que nos tomó casi una hora deshacer. Apenas alcancé a ver a lo lejos unas luces brillantes en unas algunas ocasiones, supe que si se encontraban a mi izquierda serían más ciudades amuralladas de California, si estaban a la derecha probablemente estábamos cerca de la costa y se trataba de algunos barcos. Difícil saberlo con seguridad.

Finalmente llegamos a San Diego con el amanecer y la escena fue desesperanzadora. Ya nos había explicado la Resistencia que la ciudad había caído recientemente. Según información de sus células en el lugar, habían declarado estado de cuarentena para la población mientras los militares combatían los infectados en las calles, los tiroteos duraron semanas hasta que perdieron contacto hacía unos pocos días. Bueno, ahora sabíamos por qué.

La ciudad entera estaba destruida, literalmente. Parecía un enorme basurero lleno de escombros, apenas una pocas construcciones se mantenían de pie y en un pésimo estado, mientras por el lugar, hasta donde llegara mi vista, pequeños incendios continuaban ardiendo después de quien sabe cuanto tiempo. ¿Has visto las fotografías de cómo quedó Hiroshima luego de las bombas nucleares? Por un momento me sentí japonés.

- ¿Qué demonios pasó aquí? – soltó Alan sorprendido.

- ¿Dónde estamos? -preguntó Rawvanna.

- Se supone que en San Diego -respondió Alex.

- Es como si alguien hubiera pisoteado la ciudad -murmuré impactado.

- La bombardearon -aseguró Vanessa.

- ¿Cómo lo sabes? -preguntó Alex.

- ¿Qué más podría ser?

- ¿Corremos riesgo? ¿Por la radiación? -pregunté asustado.

- No parece que haya sido nuclear -respondió Jafet-. Más bien un bombardeo a la antigua...

Alan tomó el radio.

- ¿Greg? ¿Qué demonios sucedió aquí?

- Es lo que hace el gobierno cuando cae una ciudad, le tiran fuego encima -espetó por el comunicador-. Habíamos oído de esto antes, pero...es impresionante.

- Con suerte, Tijuana estará despejada para tomar provisiones -respondió Alan.

- En teoría no tienen jurisdicción alguna para bombardearla, pero siendo honestos, hace meses que México cayó por completo...a ver con que nos encontramos. Cambio y fuera.

- ¿Bombardear una ciudad entera? -se sorprendió Sam-. Qué enfermizo.

- Mejor un montón de edificios destruidos que millones de zombis nuevos en el mundo -dijo Jafet.

- Te apuesto a que ni siquiera había caído por completo -se quejó Vanessa con un profundo enojo en su voz-. Seguro aún quedaban muchas personas escondidas en sus hogares, esperando el momento para huir.

- Es lo que es -susurró Alan-. Es una mierda, pero es lo que es...

Salir de la ciudad fue más rápido de lo que pensé. Antes de llegar a la caseta, apenas pude sentir el tiempo pasar mientras contemplaba la destrucción a través del cristal. Pensaba en lo que había dicho Vanessa, en todas esas personas a quienes les habían negado la oportunidad de seguir luchando por su cuenta, como nosotros. Incluso se me ocurría que ni siquiera había habido extracción alguna para los soldados que luchaban en las calles contra los enfermos.

Nos incorporamos a la carretera, apenas distinguible del resto del terreno por las decenas de autos abandonados. Aunque todos ellos habían sido hechos a un lado del camino para permitir el paso. Alguien ya había usado esa ruta antes, probablemente mucho antes de las bombas. En unos pocos minutos, luego de atravesar decenas de arcos de piedra con señales viales y advertencias nos topamos con una gran pila de escombros. El paso a través de la frontera había sido destruido y solo quedaban enormes fragmentos de concretos acumulados unos encima de otros. Sin embargo, al igual que los autos, alguien se había tomado la molestia de hacer un hueco en los restos para permitir el paso. Al acercarnos nos topamos con una especie de puesto de vigilancia improvisado: apenas un montón de costales de arena con una vieja lona blanca encima, por su aspecto, llevaba días abandonado. Del otro lado, la mayoría de las construcciones seguían en pie.

- ¿Acaso deberíamos hacer algo? -pregunté.

- ¿"Algo"? -preguntó Vanessa.

- Digo, ¿solo cruzaremos así sin más?

- No parece que haya alguien cerca -se asomó Derek por las ventajas.

- Esto me da mala pinta -murmuró Ellen.

- Es el fin del mundo, todo da mala pinta -se quejó Eric.

- Greg está avanzando -señaló Jafet por el cristal-. Debemos seguirlos.

- Se supone que ellos deben seguirnos a nosotros -se quejó Alex.

- Como sea.

- Bueno, aquí vamos.

Y sin discutirlo más, salimos del país.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Nov 02, 2020 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now