Capítulo 41

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El día siguiente las cosas no mejoraron. Para empezar, por lo que podíamos oír desde nuestro escondite, fue fácil adivinar que las protestas solo se intensificaron. Al salir al callejón podíamos ver grandes columnas de humo elevándose a la distancia a plena luz del día. Afortunadamente, el caos no llegó hasta nosotros. Pero tampoco estábamos demasiado cómodos. Nos sentíamos como animales enjaulados, sin poder salir del callejón por miedo a lo que estaba aconteciendo, sin la menor posibilidad de escapar de aquella ciudad que con cada minuto que pasaba se consumía a sí misma.

Mantenernos ocupados de nuevo nos resultó difícil, al menos a mí. La ansiedad poco a poco me fue invadiendo: me frustraba la idea del encierro, el no poder salir a ayudar a la causa. El no estar camino a la Soledad para salvar a quienes una vez nos abrieron las puertas, me hacía sentir sucio. Pasé la primera parte del día recostado, tratando de olvidarlo todo. Cuando entendí que eso no funcionaría, me uní al comedor dónde todos jugaban desde cartas hasta caras y gestos, sin mucho ánimo. No podía parar de pensar en cómo deseaba que Halston estuviera ahí con nosotros.

Cuando sentí que no podía más, me disculpé con todos y me marché al dormitorio para estar un momento a solas. No quería estallar y desahogarme con los otros que definitivamente no la estaban pasando mejor que yo. Todos estamos decaídos, solo que cada uno lo enfrentaba a su manera. Aproveché la ocasión, tomé mi diario y comencé a leerlo desde el principio. Los primeros capítulos desataron una confortable nostalgia en mí. Como me había dicho Ellen el día anterior, poder recordar lo que habíamos vivido al inicio de la pandemia me hizo verlo con retrospectiva. En ese momento sentí que era fin del mundo, bueno, realmente lo fue; pero a seis meses ahí estaba yo en los Ángeles. Quizás sí podríamos superarlo...

- ¿Aquí está Jafet? -me interrumpió Vanessa al asomar la cabeza en el dormitorio.

Miré en la cama contigua para comprobar que la persona no era el chico, se trataba de Sam. Me encogí de hombros.

- ¿Qué pasó?

- No lo sé, solo se fue. Creímos que estaba contigo...

- ¿Habrá salido? -me asusté.

- Es difícil decirlo, no ha sido el mismo últimamente...quizás solo a tomar algo de aire.

- Mierda.

Me puse de pie y salí con ella al pasillo.

- No está aquí adentro -anunció Vanesa-. Jafet no está.

- ¿Está en la calle?

- Lo dudo, él es más listo que eso -afirmó Alan mientras repartía-. Debe estar en el edificio.

Señaló el enorme rascacielos que nos protegía del resto de la ciudad.

- ¿Cómo lo sabes? -pregunté.

- Ayer me dijo que le resultaba familiar...seguro fue a explorar, estará bien.

Miré al resto esperando que alguien dijera algo al respecto, nadie se inmuto. Ninguno estaba de ánimos para discutir la seguridad de Jafet. Ni siquiera Vanessa dijo algo, aceptó de inmediato las palabras del chico y retomó su lugar en el sillón. Debió leer la expresión en mi rostro, pues se encogió de hombros con una sonrisa.

Sin pensarlo dos veces, tomé una pistola y salí de la caravana. Avancé con pasó decidido hacia el fondo del callejón. Cerca de unos contenedores de basura había visto antes una enorme puerta de servicio para ingresar al rascacielos. Sentí un alivio al ver que la cerradura había sido forzada y se encontraba entreabierta. Jafet estaba ahí. Me armé de valor y me decidí entrar para encontrar al chico.

Aparecí en un pequeño cuarto con un largo pasillo, el lugar estaba bastante oscuro y el atardecer no ayudaba a ver mejor. Deseé haber traído conmigo alguna linterna, pero en ningún momento di marcha atrás. Ignoré los casilleros, las bancas y el lector de huella digital para los empleados, fui al fondo del pasillo hasta encontrar una puerta abierta que me indicara el camino de Jafet. Finalmente, la hallé junto con una larga escalera que parecía no tener fin. Pude ver en el suelo las huellas de mi amigo marcadas en el polvo.

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now