Capítulo 36

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Desperté con una luz brillante entrando por el dormitorio. Por un momento creí que ya había amanecido, pero entonces entendí que la iluminación no era natural. Traté de incorporarme y solo pude sentir como si hubiera dormido con un camión encima. La única razón por la que me sentía seguro a pesar del terrible dolor era porque Jafet había insistido en revisarme en busca de huesos rotos o o hemorragias antes de dejarme irme a la cama. Sin embargo, el dolor emocional no se comparaba con cómo me sentía físicamente. De pronto, una vez más, el seguir adelante comenzaba a perder sentido para mí. Es decir, entendía que nuestro plan era bueno y que, de salir bien, tendríamos el mejor final posible, pero no estaba cómodo con él. No estaba seguro de que sentir con todo lo que estaba sucediendo.

Vanessa entró al dormitorio corriendo la cortina que teníamos como puerta, se sorprendió al verme despierto.

- ¿Cómo te sientes? –preguntó.

- Terrible –respondí cegado por la luz del corredor.

- ¿Quieres que llame a Jafet? –preguntó preocupada.

- No lo molestes, estaré bien –afirmé-. ¿Tú cómo estás?

- Yo no recibí una paliza...

- Me refiero a...

- Lo sé, estoy...podría estar peor, como sea, levántate.

- ¿Ya llegamos? ¿Cuánto tiempo dormí?

- Unas cuatro horas, estamos llegando a Los Ángeles, pero hay un...tienes que verlo tú mismo... ¿te puedes levantar?

- Vanessa, me golpearon, no me dispararon...estaré bien. ¿Cómo está Sam? –pregunté.

La chica hizo una mueca.

- En la fase de la ira –respondió-. Al menos eso la mantiene cuerda. Vamos.

Mientras me ponía de pie con un intenso dolor en el cuerpo y salía con mi amiga al pasillo. Todos estaban apretujados en la cabina, asomándose por el cristal, discutiendo que era lo que teníamos enfrente. Avance cojeando, cegado por las brillantes luces blancas que entraban por las ventanas e inundaban el pasillo entero.

- ¿Qué sucede aquí? –pregunté al llegar.

- Llegamos a Los Ángeles –respondió Eric como si esto lo explicará todo.

Aparté un poco a Derek para poder vislumbrar algo entre todas las cabezas que arruinaban mi vista. Y entonces lo entendí, inmediatamente me vino a la memoria aquella noche en la que llegamos a Búfalo luego de salir huyendo de Toronto hacía meses, y no pude evitar sentir que algo malo estaba por pasar.

La gran ciudad de Los Ángeles se encontraba bajando la colina y desde allí arriba, la vista era impresionante. Miles de construcciones, desde enormes rascacielos hasta pequeños hogares, avenidas enteras, los enormes barcos en los puertos, todo repleto de luces que tintineaban a kilómetros de distancia como las estrellas iluminan el cielo nocturno. Habían pasado meses desde que había visto eso, una ciudad vida y me sentí conmovido.

Iba a preguntar porque no avanzábamos, pero noté que estábamos formados. La larga fila de autos que esperaban formados para ingresar a la ciudad por la carretera iluminada como un campo de béisbol, era realmente extensa. Militares armados hasta los dientes avanzaban caminando entre el tráfico observando que todo se encontrara en orden y haciendo revisiones a los vehículos.

- ¿Deberíamos deshacernos de la droga? –preguntó Jafet.

- Con todas las armas que tenemos aquí, esa será la menor de nuestras preocupaciones –murmuró Vanessa.

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now