Es solo un juego

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Nos sentamos y el conductor nos preguntó dónde queríamos ir.

- Vamos al restaurante de siempre. - Comentó Bill.

- Perfecto. - Respondió el hombre mientras conducía.

La gente se abrió paso para que no le atropellasen, algunos comenzaron a correr detrás del coche pero unos segundos después se cansaron y se quedaron atrás.

Tom pasó un brazo por mis hombros y me atrajo hacia él. Apoyé mi cabeza en su hombro con los ojos cerrados del cansancio, tenía demasiado sueño.

Después de unos quince minutos llegamos al lugar y junto con los guardaespaldas bajamos del coche. No había mucha gente por la calle, solo un par de señores en un banco sentados.

Entramos al restaurante y subimos el ascensor hasta el piso más alto, era prácticamente un rascacielos.

Salimos del ascensor y nos dirigimos hacia el metre para que nos llevase hasta nuestra mesa.

(POV METRE:

- Esos chicos que están viniendo por ahí no cumplen con el tipo de vestimenta del restaurante, no les dejes pasar. - Me ordenó mi jefe con un ligero tono de enfado.

Asentí.

Aquellos chicos se acercaron, se me hacían muy conocidos.

- Hola, queríamos una mesa para seis, por favor. - Comentó un chico maquillado sonriendo.

- Lo siento, no puedo dejarles pasar. - Respondí.

- ¿Perdón?. - Anunció un chico de rastas que tenía el brazo por encima de los hombros de una chica.

- No cumplen las reglas de vestimenta. - Contesté.

- ¿Qué está pasando?. - Preguntó mi jefe acercándose hacia nosotros. - Hombre, Tokio Hotel, mi banda favorita, mis mejores clientes, qué alegría veros por aquí de nuevo. - Comentó sonriendo. - ¿Hay algún problema?.

- No nos deja pasar por cómo vamos vestidos. - Respondió el chico que estaba agarrado a la chica.

- ¿Cómo?. - Preguntó mi dejé mirándome enfadado.

- Pero jefe, uste-. - Anuncié pero me cortó.

- ¡Pero nada!, dales una mesa en el mejor lugar del restaurante. - Comentó él.

- Sí señor. - Respondí un poco avergonzado, fue él el que me dijo que no les dejase pasar, pero en fin, es el jefe.)

Seguimos al chico hasta una mesa en medio del restaurante, era muy grande.

Nos sentamos.

- Siento las molestias. - Comentó el chico. Se fue.

Miramos la carta que había en frente de cada uno, la agarramos y la comenzamos a leer.

Todo parecía estar riquísimo, pero al mover mi vista un poco hacia la derecha y miré los precios, casi me da algo.
Dejé la carta cerrada encima de la mesa mientras miraba a los chicos con la boca abierta.

- Chicos. - Susurré.

- ¿Qué pasa?. - Preguntó Gustav.

- Creo que mejor no como. - Respondí.

- ¿Por qué no?, si está todo riquísimo. - Añadió Bill.

- No tengo ni para pagar el plato limpio. - Contesté mirando la carta de nuevo.

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