Capítulo 1: El comienzo de la locura.

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Advertencia: Si vienes a releer la historia, no hagas spoiler a los lectores nuevos, por favor, o me veré obligada a llamarte la atención

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Advertencia: Si vienes a releer la historia, no hagas spoiler a los lectores nuevos, por favor, o me veré obligada a llamarte la atención. No es agradable que te fastidien el final de una historia por hacer la gracia. Sepa aceptar esta humilde petición de una pobre escritora que se ha pasado un siglo eliminando comentarios con spoiler.

"La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno." - Walter Scott.

Una fría mañana de invierno Victoria salió de la cama frotándose los ojos y colocándose las zapatillas de estar por casa. Había pasado sólo un mes desde que Adelaide, la madre de la joven, había fallecido tras padecer un carcinoma pulmonar. La casa había quedado desolada sin la presencia de Adelaide, tan sólo quedaban los dos «parásitos» -así los llamaba la joven-que se estaban comiendo el dinero de la mujer: Benjamín, y el ama de llaves, Bernadette.

Su deseo de matar a su padrastro era tan inmenso que la convirtió en una muchacha fría y aterradora. Nunca le gustó aquel hombre para su madre, pues sabía que permaneció con ella por su fortuna. Las lágrimas que derramó Benjamín en el funeral de Adelaide, fueron las lágrimas más falsas y horripilantes que había apreciado la joven. No quería tener a aquel farsante en su casa, quería verlo en un hermoso charco carmesí ahogándose con su propia sangre, rogando por su miserable vida.

Victoria ya no sonreía, y si lo hacía era de maldad. La joven, pura e inocente Victoria Massey había sido enterrada con los restos de Adelaide. Ya nada quedaba de su inocencia.

«Hoy será el día en que te vea agonizar, Benjamín.», pensó la muchacha con una sonrisa malévola en la comisura de sus labios. No le importaba si fuese a la cárcel si con ello pudiera acabar con la vida de Benjamín. Si mataba a aquel bastardo, Victoria creería que, de esa manera, liberaría el alma atormentada de su amada madre y ésta podría descansar en paz.

Salió de la habitación y escuchó dos voces provenientes del dormitorio que fue de su madre y ahora habitaba su padrastro. La joven pegó su oreja en la puerta de madera para ser cómplice de la conversación que estaban teniendo. Sabía que Benjamín ocultaba la relación amorosa que salvaguardaba con Bernadette, el ama de llaves. Ambos planeaban quedarse la herencia de Adelaide. Y Victoria era muy conocedora de aquel plan. Querían deshacerse de la adolescente enviándola a algún centro para menores. Los dos adultos no tenían ni la menor idea de que la chica les tenía la vista puesta desde que entraron por la puerta. Jamás se fio de ellos.

—...He oído que Fennoith es una institución para alumnos con problemas de conducta. Quizás podrías inscribirla allí. Esa chica cada día está peor de la cabeza. ¡Me asusta, cielo! —comentó Bernadette, temerosa.

—No te preocupes. La tengo bajo control. Los vecinos ya creen que se le ha ido la cabeza por la muerte de su madre. Sienten conmiseración. Si parece que está loca, el dinero no podrán dárselo a ella. Una mocosa con problemas mentales no puede hacerse cargo de una herencia tan grande. Sería un error.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora