Capítulo 42: No tengas miedo.

87K 9.6K 4.8K
                                    

"Ambos tenían sus demonios personales y juntos creaban la tormenta perfecta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"Ambos tenían sus demonios personales y juntos creaban la tormenta perfecta."

Victoria y Caym habían llevado a rastras al inconsciente de Elliot hasta la enfermería. Desconocían el estado del muchacho, no sabían que tan grave era su situación o si había sido golpeado para que desmayase. Al llegar allí informaron la situación del chico, que lo encontraron en su escritorio simulando dormir. La señora lo examinó en la camilla; miró la parte trasera de su cabeza, esperando observar un golpe contundente, pero no fue así. No tenía signos de agresión, ni siquiera una pista de su repentino dormir. Su corazón latía tranquilo, sereno. Margarett frunció su ceño y se llevo sus dedos a su mentón.

—¿Qué guardaba Elliot con tanto esmero?—preguntó la señora.

—El diario de Kimmie y su expediente —informó Victoria.

—¿Habéis mirado si han desaparecido?

—Sí. Ya no están en la habitación. Los cajones de su escritorio estaban revueltos.

—Entonces lo han dormido. Supongo que con algún trapo y cloroformo. No muestra indicios de defensa física, ni siquiera hematomas. Fue rápido y conciso quienquiera que fuera.

—¿Quién demonios va a disponer de cloroformo en un internado?

—Se puede hacer de manera casera con lejía y acetona, mi niña. No es complicado si se indaga bien en el tema.

Margarett trataba de no mostrar su irritación al oír que le habían arrebatado el diario de Kimmie al chico. Le enervaba sobremanera que esa persona actuara con tanto sigilo e inteligencia, haciendo difícil sospechar de quién podía rondar por Fennoith actuando como tal. También debía de no darle a la lengua ya que la presencia de Caym estaba allí, y prefería no hablar demasiado. Se suponía que Victoria guardaba el secreto de la enfermera. Sin embargo, Caym se regocijaba de ella y de su actitud risueña, fingiendo cordura. No había nada más satisfactorio para él que creyeran todos esos necios que formaba parte del rebaño de humanidad y demencia que allí dentro albergaba. Era todo un juego macabro y funesto del que debía de participar con mucho gusto.

La persona que mató a Kimmie estaba lo suficiente molesta como para no querer dejar pista alguna de qué le pasó a la chica. Intentó culpar a Lucas, dejando una de las hojas del diario en su escritorio, pero cuando vio que con Victoria y su demonio no era nada fácil pasar desapercibido, se vio acorralado y no le quedó más remedio que afanar lo que un día perteneció a la joven. La jugarreta de culpar injustamente a Ashworth no resultó tan efectiva como creía. Debía de estar inquieto al apreciar cómo la inteligencia y la valentía de Victoria iba por delante del asesino, comiéndose los miedos y aguantando cada ultimátum que le dedicaba.

Victoria sabía que cada amenaza eran simples palabras. Era más perjudicial para esa persona volver a actuar y asesinar, que quedarse en silencio. Alguien que no quiere que se sepa qué le pasó a la chica debía de tener miedo por saberse la verdad. No le convenía cometer otro crimen por tal de silenciar a su grupo, por la simple razón de que si esa persona le molestaba Victoria y sus amigos no tendría ningún inconveniente ni reparo a la hora de deshacerse de ellos de la misma manera que lo hizo con Bonheur. El crimen de la joven fue algo personal. No obstante, no podía negar el hecho, de que desconocía las intenciones de esa mala sangre, ni de lo que era capaz de hacer para que dejara de indagar en sus asuntos.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora