Capítulo 11: Lobo callado.

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El temporal invernal se hizo presente en el internado Fennoith

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El temporal invernal se hizo presente en el internado Fennoith. La lluvia empezó a caer y la luz de los relámpagos iluminaba los pasillos de los ventanales. Algunas muchachas se asustaban por aquellos truenos tan fuertes que se oían. No obstante, a Victoria siempre le agradó la lluvia. Le ayudaba a conciliar el sueño mucho mejor. La joven quedó por unos instantes hipnótica mirando el chaparrón que empañaba los cristales.

Benister seguía refugiada en los baños, esperando a que Caym y Victoria se alejasen de allí. Ella era la chivata. Ella fue quien le llevó el correo a la psicóloga Jenkins. Quizás Benister ocultaba algo. La manera recelosa en la que miraba a Victoria, siendo incapaz de estar más de dos segundos con la vista fija en sus ojos. ¿Qué sabía aquella joven que la llevaba a actuar de esa manera tan miedosa?

Caym distrajo a la joven Victoria de su ensimismamiento tocándole el hombro.

—Más impacta el lobo callado que el perro ladrando —murmuró Caym mirando a Victoria a los ojos. La joven no supo que quiso decir, así que indagó por ello.

—¿Qué quieres decir con eso?

Caym soltó una pequeña risita perversa.

—Piensa en ello, mi dulce Victoria. Quiero que te quedes con esa frase en tu mente.

El profesor Bellamy paseó por los pasillos y quedó mirando fijamente a ambos jóvenes con atención. Nunca fue un tipo risueño, solía ser serio y desinteresado, pero aquella expresión facial denotaba soberbia. Los estudiaba con la mirada como si quisiera indagar en el cuarteto de jóvenes que se habían formado tan unidos, mas tenía la mirada puesta en Victoria, como si aquella expresión intimidara a la joven.

—¿Qué hacéis ahí parados, sangres nuevas?—cuestionó el hombre cruzándose de brazos.

—Es la hora del descanso. ¿Dónde quiere que vayamos si no podemos salir al césped?—respondió Victoria con otra pregunta.

El hombre hizo una mueca y se alejó restando importancia. Era evidente que no podían salir al patio con aquel diluvio que no pareciera que fuese a menguar en unas horas.

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Lucas se hallaba sentado en el suelo de su habitación, con los codos sobre sus rodillas conforme se llevaba las dos palmas de sus manos al cabello. Se balanceaba levemente como si quisiera tratar de tranquilizar a su bestia interior. Las lágrimas se resbalaban por sus mejillas con terror, estaba teniendo un episodio psicótico. Veía a Alexandra Bennet y a Cassandra D'Aubigne mirándolo con una sonrisa en sus labios. Estaban manchadas de tierra, con suciedad en sus uniformes y sangre seca. Las muchachas se acercaban a paso lento. El crujir siniestro de sus huesos alertó al muchacho y empezó a negar en voz alta.

«¡Asesino! ¡Asesino! ¡Asesino!» murmuraban al unísono.

La puerta de la habitación estaba entornada, por lo que podía verse la tenue luz de los pasillos. Melissa estaba buscando a sus compañeros cuando paseó por los corredores y observó la habitación de Lucas y Caym entreabierta, por lo tanto no resistió las ganas de fisgonear qué se hallaba allí dentro. Cuando la muchacha contempló a Lucas tendido en la oscuridad de la habitación no dudo en entrar e inspeccionar qué le ocurría. El joven tenia la cabeza hundida entre sus antebrazos, negando en voz alta. Melissa se acercó a él con rapidez, se puso de cuclillas a su altura y le tocó la cabeza con suavidad. El muchacho alzó la vista con rapidez y se abalanzó a la rubia pensando que quién le había tocado eran sus amigas muertas. El varón le agarró de las muñecas y se las presionó contra el suelo.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora