Capítulo 29: Advertencia.

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Victoria dudó en abstenerse en seguir a Elliot adentrándose en el bosque, pues el joven no era de fiar y, por mucho que se esforzara en sonar afable, a ella le costaba fiarse de su palabrería

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Victoria dudó en abstenerse en seguir a Elliot adentrándose en el bosque, pues el joven no era de fiar y, por mucho que se esforzara en sonar afable, a ella le costaba fiarse de su palabrería. No supo la razón de por qué le informaba que iba a buscar a Benister, como tampoco comprendió por qué quería que los siguiera. En un santiamén el chico podía engañarla. Sin embargo, no pareciera que Elliot estuviera mintiendo. Su actitud precipitada, ansiosa y exhausta hizo cuestionarse si de verdad estaba intrigado en la chica o fingía hacerlo para pasar desapercibido del rebaño de jóvenes dementes.

Pasaban los segundos, que parecían ser eternos, decidiendo si debía seguir al muchacho o dejar su curiosidad por una vez a un lado. ¿Y si en el bosque se hallaban algunas pistas que la joven estaba deseando averiguar? ¿Y si allí se manejaba toda la malicia y crueldad que se escondía en Fennoith?

Se inquietó cuando recordó que Bellamy estaba enterrado allí. Su pulso se aceleró, notando los latidos palpitar con furor en su pecho.

«¿Qué pasa si Elliot decide cavar bajo la tierra, creyendo que Benister está sepultada? ¿Y si descubre el cuerpo del profesor Bellamy?», se cuestionó la muchacha para sí.

Claro que el bosque era grande, con una cantidad de árboles, tierra y follaje. Sería mucha casualidad que en el sitio que decidiera cavar, estuviera el cuerpo inerte de Bellamy, consumiéndose por los insectos y gusanos. Caym estaba muy seguro que lo había enterrado muy lejos, alejándose de la estructura antigua del internado.

Elliot no se alejó tanto para lograr volver con rapidez sin que nadie echara en falta su presencia. A parte, debía de regresar antes de que los alumnos terminaran de cenar o Newell sospecharía de la ausencia de su sobrino.

—No me gusta la idea de seguir a ese bicho sin historial —comentó Lucas que empezaba a cruzarse de brazos.

—Somos cuatro, él solo uno. Si la cosa se complica, tengo un cuchillo en mi mesita de noche que no dudaré en usarlo —confesó ella con seguridad.

—¿Desde cuando posees un arma? ¡Podrían pillarte!—se alarmó Melissa llevándose un mano sobre su pecho.

—Un profesor intentó violarme y varios alumnos matarme—recalcó ella frunciendo el ceño—. ¿Cómo esperas que no tenga un arma?

Tenía razón. Por ser una sangre nueva, a los demás le resultaba más fácil intimidar y marcar su territorio si así conseguían atemorizar a los nuevos, pero sabían que con Victoria era complicado. Jamás mostró vulnerabilidad, ni se dejó acobardar por ninguno de ellos. Era una muchacha dura, fuerte y sobre todo dispuesta a dañar a quienes le herían a ella. Que la joven portara tal armadura, impidiendo traspasar los limites de tal adolescente, les era frustrante y en ocasiones envidiable. Hacía mucho tiempo que una chica tenía el valor de mirar a los ojos y enfrentarse a los demás como lo hacía ella.

—Contra más prisa nos demos, antes acabaremos —murmuró a sus compañeros.

—Recuerda que la curiosidad mató al gato —dijo la rubia con recelo.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora