Capítulo 34: La cabaña desconocida.

88.1K 9.8K 6.2K
                                    

Habían pasados un par de horas de la suministración del calmante en Victoria

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Habían pasados un par de horas de la suministración del calmante en Victoria. Caym la había tumbado en el piso del sótano, deseando que despertara de una buena vez y darle una explicación de su psicótica reacción. No comprendió sus gritos ni sus continuos insultos deseando la muerte de Newell. Más de una vez le había advertido de las consecuencias de jugar con la curiosidad y tocar lo que no la pertenecía. Sabía que había irrumpido algo pero no discernía el qué y aquello despertaba su demonio interior. Ponerse hecha una loca frente a un hombre de esa calaña no fue buena idea. Tarde o temprano la drogarian por su histeria.

El joven deseaba con todas sus ganas destruir al director y llevarse su nauseabunda alma al infierno, donde allí sufriría lo que nunca sufrió en su miserable y patética vida. No obstante, no podía adelantarse a tal hecho sin antes descubrir que tan podrido estaba por dentro. Sus pupilas se dilataban ante los pensamientos homicidas, imaginándose la hora de aspirar todas las almas oscuras que allí dentro albergaba. Con toda la malicia que se cocía podría llevarse a más de una y eso era toda una gran satisfacción.

«Deberían ascenderme por aguantar tanta humanidad. Más les vale estar orgullosos de la tantas almas que les llevaré. ¡Esto es caótico!», pensó para sí mismo.

Oyó a su compañera gimotear en sueños y eso captó su atención. La miró atento, estudiando sus delicadas facciones. Sus cejas se fruncía y sus labios lograban hacer una extraña mueca. ¿Se estaba despertando o teniendo una pesadilla? Él no lo entendía, pues desconocía el saber qué se siente estar dormido. Era algo que un demonio no necesitaba en absoluto, pero le fascinaba mirar su inercia. Tan débil y vulnerable.

—Victoria —La llamó meciendo su hombro para que despertara. No hubo respuesta.

Apretó su mandíbula haciendo que se formara un pequeño músculo en ella. A veces no tenía paciencia y ansiaba que despertara de una maldita vez y obtener respuestas. Más le valía inventarse una buena excusa si su castigo había sido por entrar en donde no debía.

—¡Despierta, maldita seas!

Ella gimoteó de nuevo.

Algunos de los mechones azabaches de su compañera se habían esparcido sobre su rostro al mecerla, Caym con cuidado los apartó para inspeccionar con detalle su cara. No podía ser brusco, aunque su paciencia se fuera a paseo, era humana. Debía de tener cuidado y no sobrepasar los límites. Los humanos eran frágiles, tan quebradizos como la misma porcelana. ¡Qué tortura no disponer de las fuerzas de un ente sobrenatural! ¿Qué tan complicada sería la vida si abusáramos de nuestro dicho poder? ¿Qué tan egoístas podemos ser nuestra propia raza?

Caym soltó un largo suspiro exasperado. Comenzó a dar vueltas de un lado a otro. Pero, sin precio aviso, Victoria murmuró algo.

—Abuso sexual...—dijo la joven aún con los ojos cerrados.

—¿Qué?—Inquirió Caym perdido de lo que acababa de soltar por su boca.

—En el diario de Kimmie había dos palabras no emborronadas lo suficiente como para poderse leer: "abuso sexual".

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora