*Capítulo Doce: "Tal vez"

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"Es fría la luz de la memoria, lo apenas entrevisto brilla con insistencia, gira buscando el casco de botella o el charco de lluvia"

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"Es fría la luz de la memoria, lo apenas entrevisto brilla con insistencia, gira buscando el casco de botella o el charco de lluvia".

—Blanca Varela

"Los cuatro vientos elevaron su exclamación de goce, tras la exquisita fricción de las sábanas sedosas y blancas, sobre toda la extensión alargada de su figura delgada, delicada y sutil. Para ser una damisela llena inocencia, se hallaba muy sensible por el exceso de toques que la tomaron con el furor y la vehemencia, envolviéndola en un nuevo edén cuando el sudor, que recorría los lugares dorados de su piel, fue avasallado por una presión líquida que tenía el poder de crear vida. Un estremecimiento, con el poder de causar su desfallecimiento, la dejó sin aliento, permitiéndole perderse en el dulce sabor de unos labios, que le impidieron encontrar el sosiego; confundiéndola hasta el grado de sacar a la bestia salvaje en su interior; que sus padres condenaron al letargo, con tal de mantenerla a raya.

El gemido brutal del príncipe que la sujetaba, aumentó la fiebre entre sus cuerpos. Además, él le mostró una mirada de fascinación por el lugar prohibido que lograba avizorar con sus pupilas ahogadas en las llamas del infierno. Fuego, esa era la única palabra que volaba en sus pensamientos cuando esas manos, experimentadas, revolotearon en una recóndita hendidura que ningún hombre tuvo el honor de ver, intentado adquirir un trofeo que no le pertenecía a nadie más que a ella.

Y de sus labios, enrojecidos por tantos roces recibidos, se extravió un sonido que revelaba su satisfacción. Quería huir de esa respiración agitada y de la voz ardiente que obstaculizaba sus pensamientos coherentes. Mas los cabellos teñidos con el mismo color del cacao y oscurecido con la media noche, impidieron que mirase la profundidad de sus cuencas oculares, carentes de una bondad que pudiera salvarlo de sus errores. Su profana boca prosiguió abasteciéndose de la ambrosía desprendida por los espacios virginales de su piel, libre del mal con el que otros pudieron contaminarla.

Aquella fantasía, incontrolable, para ambos seres unidos por un desaforado sufrimiento de pertenencia, encontró su punto culminante en cuanto la delicada voz de una doncella ya sin pureza, musitó una palabra alarmante para ambos. Y aunque escapar era una alternativa viable, el calor y la vitalidad hallada en la posesión de ese hombre, terminaron por conducirla a una decisión que la consumió en el frenesí de dos extraños jugando a ser amantes.

Sus brillantes ojos, sollozantes por el abandono de la otra mitad de su alma, produjo que el lazo se rompiera, dejándole ver con claridad lo que siempre había sido suyo, y que, en cierto momento, despreció por creer que eso nunca sería para ella.

El febril recuerdo, guardado en los sitios desérticos de su ser, latente y sugestivo por esos dedos, la atosigaría por el resto de su existencia, dejándola a la merced de un sentimiento impuro para la conservación de su integridad. Perdió la inocencia por nada. Y sumiéndose en la más desesperante negrura, supo quién era su esencia de verdad".

Poesía VillanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora