*Capítulo Veinte: "En sus sueños"

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La inclemencia del viento helado, que golpeaba los árboles añejos, fue un maravilloso preámbulo para la desgracia que se asomaba sobre sus hombros anchos y cansados de encorvarse, a causa de la vergüenza de haber traicionado a quienes le enseñaron...

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La inclemencia del viento helado, que golpeaba los árboles añejos, fue un maravilloso preámbulo para la desgracia que se asomaba sobre sus hombros anchos y cansados de encorvarse, a causa de la vergüenza de haber traicionado a quienes le enseñaron lo que era en ese momento. Su sangre hervía frente a la impotencia de no poder reescribir su destino marcado desde el nacimiento. ¿Qué era lo correcto? Dar vueltas al mismo evento de su existir resultaba cansado para unas piernas hartas de correr. Podía ser feliz y miserable en un mismo segundo, y aunque, resultaba complicado albergar en su corazón dos emociones contrarias, que lo terminaban empujando a un espiral de inconsistencias mentales, no estaba arrepentido de sus elecciones. ¿Hizo lo correcto? Sí, desde luego que sí, pero el precio de la hermosura de una vida pacífica, sería cobrada esa misma noche.

La luna llena, de un brillo intenso fuera de la cabaña se tiñó de rojo a medida que los pasos de los enemigos se hacían más potentes y cercanos. Los enemigos llegarían juntos, para así hacer un merecido ajuste de cuentas. Por ley no podían eliminar a su propia sangre, por ese motivo los desertores caerían en manos de los contrarios.

El alto e imponente hombre de casi dos metros, vestido con una tela mágica de color negro para ocultar su poder, trató de poner su mente en blanco, pero los latidos de su corazón resonaban dentro de sus oídos, haciendo imposible que lograra su cometido. Tenía que acabar el ritual antes de sufrir alguna complicación.

—Tengo que hacerle una "Espada" antes de que ellos lleguen o de lo contrario, la matarán —el hombre incompleto se mordió el labio con sus filosos dientes al ver como su hija pequeña se mantenía inmóvil frente a él, en una especie de hechizo que doblegó la soltura de sus músculos.

Era preferible provocar su petrificación porque de lo contrario, sería capaz de romper sus encantos, porque a sus pocos años, su niña logró controlar sus poderes a la perfección. Siendo incluso más fuerte que un Terciario sin Integridad y un Ordinario sin Adarga. Demasiado peligroso para dos líderes que no querían acabar con sus glorias pasadas. Una unión tan impura que debía ser eliminada.

—No —la desesperada madre, que miraba a través de la ventana de la cabaña se negó con rotundidad a la petición de su amor—, no sabrá como defenderse si la encuentran... —la mujer de largos cabellos rubios meneó la cabeza y apoyó ambas manos sobre sus labios para impedir que los gimoteos de desesperación inundaran la estancia de su hogar escondido entre un profundo bosque, tan espeso, que ningún ser tridimensional habría logrado alcanzar—. Es necesario que recuerde lo que es o podrían cazarla cuando se enteren de su origen —afirmó para que su amante no hiciera lo que temía.

—Alba —titubeó dejando a la niña sentada en el sillón. Alarmado por la posible pelea que se desataría a partir de sus decisiones, se acercó a ella con pasos lentos—, nadie, ni Terciario, ni Ordinario o cualquier otra raza sabrá lo que es Madeleine si la escondemos bien —aquel sujeto posicionó ambas manos sobre las mejillas de su esposa y eliminó la distancia que se extendía sobre él y su eterno amor destinado.

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⏰ Última actualización: Jan 06, 2021 ⏰

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