XXII

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XXII. Hielo.


Sky se había cortado el cabello, así como también había cambiado su rubio color por uno negro.

Podría decir que estaba bien, que ya se encontraba mejor, pero claramente todo apuntaba lo contrario. Ella no estaba bien, y me mataba no poder hacer absolutamente nada por ella ya que no tenía el valor de hablar.

La que alguna vez fue mi amiga rubia dejó el castillo diciendo que alargaría su ausencia durante todo un mes, y aunque no me gustaba la idea la respetaba, era lo único que podía hacer por ella, apoyarla.

Una semana había pasado desde la visita del rey de Bélgica, Cameron sólo se había quedado dos días en el castillo prometiéndole a Shawn que volvería cuando pudiera. Por otro lado Niall se había marchado ayer, con los ánimos decaídos ya que había entrado en una discusión con Sky acerca de cómo mi amiga no había confiado en él lo suficiente para decirle los problemas de salud de su abuelo. Los secretos de Sky estaban dañando una de las bellas cosas que tenía, y eso también me frustraba.

Era difícil de entender, mi cabeza simplemente no lograba asimilar como algunas personas dejamos que lo peor de nosotros opaque lo bueno, es triste ver como nos aferramos a un desgarrador pasado haciendo de nuestro futuro uno tormentoso, le damos el poder a lo oscuro de terminar con la luz que nos queda, y no debería ser así. Deberíamos dejar que lo hermoso en nuestras vidas consuma nuestro ser, dejando a un lado lo negativo. Deberíamos dejar las cargas que traemos, romper las cadenas que nos atan y ser libres.

Deberíamos contar los secretos que nos acorralan antes de que estos nos mataran.

Salgo del baño con una toalla en mi cabello y otra cubriendo mi cuerpo. Me había despertado extremadamente temprano, a las cinco con veinte minutos para ser más precisa, observo a Shawn quien continúa durmiendo tranquilamente, sólo que ahora lo hacía boca abajo, mis ojos se clavan en su espalda descubierta, realmente me gustaba esa parte de su cuerpo.

Antes de que mis hormonas salgan a flote desvío mi mirada de él enfocándome en vestirme, dejo caer la toalla que cubre mi cuerpo colocándome con rapidez mi ropa interior, saco un vestido de verano suelto color azul marino y con la misma rapidez me lo pongo.

Me deshago de la toalla que sostiene mi cabello mojado, y junto a la otra que había usado las llevo con la ropa sucia. Shawn sigue dormido en la misma posición, me acerco a su lado de la cama inclinándome para besar su espalda, Shawn apenas y se mueve, no quiero molestarlo así que después de calzarme salgo de la habitación dejándolo dormido.

Pienso en ir directamente a la cocina para saludar a mi nana, a quien recién le había contado sobre mi embarazo a lo que ella dijo; "¿y tú crees que yo no lo sabía?", después de eso sólo se ha dedicado a recordarme constantemente los cuidados que debo de tener, al menos ella se lo había tomado bien.

Al llegar al final de uno de los pasillos Enzo aparece en mi campo de visión. —Buenos días señorita Thea, ¿el rey ya ha despertado? —Me pregunta y yo niego.

—No, ¿sucede algo? —Se que no era mi lugar preguntar, pero de todas maneras lo hice.

—Nada grave señorita, sólo que el príncipe de las Netherlands acaba de llegar al castillo. —Responde, no había visto a Nash desde enero durante la coronación de Shawn. —Con su permiso. —Dice antes de retomar su camino.

Y sin detenerme a pensarlo me encontré a mi misma yendo a buscarlo, quería ser yo quien le contara sobre mi embarazo, ya que si Shawn lo hacía podía hacerlo de una manera bastante cruel, primeramente fui a la habitación que él usaba pero él no estaba ahí, fui al salón principal y tampoco se encontraba, intenté en el comedor, jardín y biblioteca, incluso pregunté por él pero parecía que solo Enzo sabía de su llegada, y entonces recordé el despacho. La puerta de este se encontraba entreabierta pero aún así golpeé dos veces para ver si alguien contestaba. Al no obtener respuesta decidí entrar cerrando la puerta a mi paso.

Nash se encontraba sentado en el centro del mueble para tres personas, el saco de su traje yacía en el suelo, las mangas de su camisa estaban arremangadas a sus codos y los tres primeros botones estaban abiertos, su cabello largo era un desastre, su mano sostenía una botella de whiskey, y su mirada se encontraba en un punto muerto de la pared frente a él. Lucía perdido.

—¿Nash? —Lo llamo acercándome a él. —Nash. —Repito al no obtener una respuesta, esta vez se voltea mirándome, el bonito azul de sus ojos era rodeado por un color rojizo, no sabía si era por llorar o por estar bebiendo, y a pesar de que se veía tan mal se las arregló para sonreírme.

—Cariño. —Mencionó dejando la botella de lado, intentó pararse, pero el equilibrio le falló y volvió a caer sentado.

—¿Que sucede Nash? —Le pregunto sentándome junto a él, olía a alcohol, pero eso era lo último que me importaba. —¿Estás bien? —Si, era una pregunta tonta, claramente no lo estaba.

—Ahora lo estoy. —Responde tomando mi mano entre las suyas.

—¿Que pasó? —Pregunto y siento como aprieta mi mano.

—Mi mamá se está muriendo cariño, estoy matando a mi padre y siento que la corona me está matando a mi. —Las lágrimas ruedan por sus mejillas, no sé qué decirle, en si lo único que sé es que debo abrazarlo. —La corona está maldita Thea, la corona no da sin pedir algo a cambio, y no es justo, porque yo nunca quise ser rey.

Siento como tiembla, y mientras lo escucho llorar no puedo dejar de pensar en lo dañado que está, en los secretos que están acabando con él, en la vida infeliz que lleva.

Nash era hielo.

Hielo que se creía ser trasparente, pero sólo distorsionaba la imagen de la realidad. Hielo que se creía ser inofensivo, pero podía llegar a ser tan letal como el veneno mismo. Hielo que se creía que no tenía sentimientos, pero estos eran los que estaban acabando consigo mismo.

Nash era hielo, y se estaba derritiendo.

El ojo azul se acuesta de lado descansado su cabeza en mis piernas, guarda silencio por un largo rato haciéndome pensar que se ha quedado dormido, pero me doy cuenta que no es así cuando habla. —Te quiero cariño, siempre lo he hecho y siempre lo haré. —Dice torpemente mientras acaricio su cabello enredado. —Yo te quise primero. —Agrega suspirando y beso su cabeza.

Yo también lo quería, de diferente manera, pero lo hacía, quise decírselo, pero no lo creí apropiado.

Pasé los siguientes minutos acariciando su cabello, Nash eventualmente se había dormido, me quedé con él velando su sueño hasta que la puerta del despacho se abrió.

Shawn apareció con expresión molesta, me miró a mi y después a su primo durmiendo sobre mis piernas, su rostro se volvió rojizo y yo meneé mi cabeza negando a la vez que gesticulaba un "No" silencioso, lo que menos necesitaba Nash era despertarse para pelear con Shawn.

Shawn me mira mal antes de marcharse, sabía que después me reclamaría pero por ahora no me importaba, quería quedarme con Nash y tratar de evitar que se derritiera.

Nash era hielo, y eventualmente también me quemaría. Y no sería su culpa, sería la mía, porque en si el hielo no es el que causa la quemadura.

H E I R   |S.M.|   #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora