XXXII

45.8K 4.4K 2.7K
                                    









XXXII. Perfectly Wrong.








Antes que otra cosa, primero tenía que pedirle perdón a mi castaña, pero antes de ir a hacerlo me aseguro que todo esté listo en el jardín.

Atravieso la puerta de atrás, e incluso yo me asombro con lo que mis ojos ven.

El jardín está lleno de peonies, de todos los colores existentes, parece un cultivo de ellos, resultaría imposible tratar de atravesar el área sin pisar uno solo, el encargado de ordenarlos había hecho un excelente trabajo dejando en el centro la carreta que había comprado, la cual pedí que fuera llena de diversos tipos de flores, pues recordé a mi castaña decir que le gustaban todas, y si bien su inclinación era por los peonies, decidí darle todo.

—Esas han sido todas las flores, ¿verdad? —Le pregunto a Enzo.

—Así es, su alteza. —Responde con rapidez.

—Bien, por favor asegúrate que nadie venga al jardín, es más, asegúrate que nadie nos moleste, así Dinamarca entero esté cayendo, no quiero interrupciones durante el resto del día, ¿entendido?

—Si, su majestad.

Regreso dentro del castillo, esta vez si iría directamente con Thea.

Abro la puerta de nuestra alcoba, al entrar cierro la puerta detrás de mi, inmediatamente veo el cuerpo a espaldas de mi castaña recostado entre las sábanas de nuestra cama.

Pienso que está dormida, pero cuando se incorpora y se sienta en el colchón me queda claro que no lo está.

Su cabello es un desastre, aún está en pijama y sus ojos lucen rojos e hinchados. Era mi culpa que estuviera en ese estado.

Me acerco a la cama en silencio, sin romper contacto visual con ella, y cuando llego al borde noto como lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas.

—¿Por qué siempre te empeñas en hacerme daño? —Dice con la voz quebrantada. —¿No te bastó con todo lo que me hiciste en el pasado?

Agacho la mirada, me dan ganas de llorar con ella.

No sé qué decir, nada podría cambiar la horrible verdad, ni todas las flores del mundo podrían hacer desaparecer el recuerdo del infierno que le hice pasar.

Todo lo que yo le había hecho, no tenía perdón.

¿Como quería que ella fuera mi reina si nunca la había tratado como una? Porque a pesar de todo, yo seguía en lo mismo, y me temía que siempre sería así.

Quisiera decirle que voy a cambiar, quisiera hacerle miles de promesas que dijeran que íbamos a estar bien, que sería diferente, pero la verdad es que ni yo me lo creía.

—Yo... yo lo siento tanto, Thea, yo... —Hago una pausa, su rostro sólo reflejaba sufrimiento, quizá no podía prometerle un futuro feliz a mi lado, pero si podía ofrecerle algo mejor. —Te quiero, demasiado, pero eso parece no ser suficiente, no puedo cambiar, por más que lo intente, siempre termino hiriéndote y no puedo seguir haciéndote daño... Puedes irte, no tienes que quedarte conmigo, no puedo atarte a mi y decir que te quiero cuando sé que estarías mejor sin mi... No te preocupes por nuestro bebé, ni a él ni a ti les faltará una sola cosa, sólo... Te estoy dejando ir, cor meum.

Sentí como si hubiera dado la última respiración de mi vida con esas palabras.

Thea llora desconsoladamente, quiero abrazarla y decirle que estoy con ella, que nunca la dejaré, pero eso ya no podía hacerlo.

H E I R   |S.M.|   #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora