Introducción: Flor de sangre.

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N.A

Estoy editando/reescribiendo esto porque habían cosas que no me gustaban y que sentí que no estaban bien, subiré los capítulos rápidamente así que no se preocupen. :)


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Los gritos se oían, la risa maníaca estaba allí.

La sangre goteaba de su cuerpo. El pelaje negro sucio revoloteaba con el viento.

El animal corrió, cansado. Agotado.

Un aullido se escuchó en algún lugar.

Otra vez las risas.

Los animales se movían, huyendo de él o con él.

«—Mantenerte oculto, muchacho, será lo mejor que podemos hacer para salvar a Harry.»

El recuerdo de aquellas palabras lo hicieron gruñir.

El odio creciendo en su interior como un veneno, de alguna manera, se sintió peor que Azkaban.

Había estado viviendo oculto durante meses, no, durante años gracias a Dumbledore. Él anciano lo convenció de esconderse para luego aparecer en el momento indicado. Ese momento nunca pasó, y por supuesto, Sirius se arrepintió de haberlo obedecido. Lo peor de todo era, sin embargo, que nunca recordó haber deseado obedecer en primer lugar. No fue algo que quiso o aceptó a regañadientes, sino que algo que se sintió como una obligación. Como si su cuerpo hubiese estado obligado a obedecer hasta hace unos meses cuando finalmente sintió que recuperaba el control de su propio cuerpo.

Mientras más lo pensaba Sirius, menos estaba seguro de haberlo obedecido.

Primero, maldita mierda, estuvo su muerte.

Había sido inevitable por la forma en la que sucedieron las cosas, sin embargo, de alguna manera salió del velo. Alguien lo empujó fuera y sintió como si la voz de James le advirtiera que todavía no estaba listo para abandonar de esa manera a Moony y a Little Prongs. Sirius tuvo la sensación de que justamente eran James (y Lily) quien lo empujó fuera, pero no estaba seguro.

Él tuvo que arreglárselas para regresar, arrastrándose por el suelo y pidiendo ayuda a la primera persona que vio:

Albus Dumbledore.

Sin embargo, él hombre lo había mirado y, como había hecho la primera vez cuando fue enjuiciado, lo había ignorado. Sirius todavía podía recordar esa mirada fría que parecía irritada porque las cosas no estaban saliendo de la forma planeada y se sintió como mirar a su maldita madre insatisfecha otra vez. Lo odió.

Dumbledore solo le dijo que debía mantenerse oculto mientras le daba una poción reponedora hecha por Snape. Sirius no quería quedarse oculto, no quería que Moony y Harry pensaran que estaba muerto, pero luego de beber un té y una deliciosa comida caliente que él hombre le ofreció más tarde, aceptó hacerlo.

El aullido volvió. Un aroma a lobo llenó sus fosas nasales y Sirius pensó que podría despedazar al bastardo si lo pillaba solo.

—¡Protego! —se escuchó desde algún lugar.

Era una voz femenina. Una voz conocida.

El animal corrió hacía la voz.

—¡Flipendo!

Estaba cansado.

— ¡Bombarda!

Su consciencia cada vez era menos. La cordura se iba con cada segundo, mientras era llenado por el odio y la rabia.

—¡Protego!

La voz se alejaba. El animal la siguió.

—¡Expelliarmus!

El aroma llenó su nariz. Padfoot corrió más rápido. Estaba cerca.

Él conocía la voz.

—¡Incancerous!

Casi la alcanzaba.

Ella estaba allí.

—¡Crucio! ¡Crucio! ¡Crucio!

Hermione había estado corriendo. Luchando para sobrevivir. Gritando hechizos que él pensó que la chiquilla nunca escupiría.

Sus pies se movieron mientras daba un vistazo al perro que la seguía. Ella sabía quién era, lo supo desde que sintió su firma mágica. Ambos se reconocieron mientras corrían a la par.

Sirius Black estaba vivo.

Y Harry no estaría allí para verlo.

La chica se lanzó sobre el perro abrazándolo con fuerza y con suave chasquido, Padfoot desapareció con Hermione Granger.

Estaba a salvo. Por fin. 

Ad Finitum |Hermione Granger| Sirius Black|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora