Capítulo 26: Solitarios antes, pero nunca más ahora que nos tenemos

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Los ojos de Hermione estaban llenos de lágrimas mientras observaba esos ojos de un brillante color esmeralda que había estado observando desde que tenía once años. Esos ojos que brillaban con emociones diferentes cada vez, pero que ahora tenían sentimiento, esa chispa familiar que provocó un vació en el estómago, junto a esa sensación terrible de agonía y miedo. Miedo puro y real, un miedo angustioso porque ella había adivinado lo que venía.

Ella sabía lo que venía.

Y no quería dejarlo.

—Déjame ir contigo, Harry. —le imploró, observando el rostro cubierto de suciedad y sangre de su mejor amigo. —Por favor.

Su voz fue una suplica cargada de dolor, desesperación y miedo.

Ella no quería dejarlo. No quería dejar que aquel chico que era su hermano en todo menos en sangre, fuera rumbo a su propia muerte solo. No lo merecía. Él era solo un niño. Ellos eran solo unos niños. No deberían estar peleando. Harry no debería estar enfrentándose a su propia posible muerte a sus cortos diecisiete años.

La mirada de Harry, endurecida y resignada al mismo tiempo, fue una respuesta suficiente para Hermione. Pero él aun quiso responderle a pesar de que sabía a ciencia cierta que ella-de la misma manera que Ron- podía entenderlo sin necesidad de palabras.

—No. —las palabras fueron firmes. Llenas de convicción.

Harry ya no quería que nadie más muriese en su lugar. Especialmente no Hermione o Ron, no su familia. No aquellos a quienes consideraba hermanos.

Él dijo unas palabras más. Algo sobre matar a la serpiente, pero Hermione apenas pudo procesarlo correctamente mientras lo veía irse.

—Por favor, Harry. Por favor. —Hermione rogó. Queriendo..., no, necesitando ir con él.

Pero la respuesta de Harry no cambió en lo absoluto y Hermione supo que no podría hacer nada para detenerlo.

No esa vez, al menos.

Y eso la rompió por dentro.

La destruyó.

.

.

.

"Hermione."

Una voz familiar la llamó, despertándola de su pesadilla. 

Hermione jadeó al oírla.

Quería un abrazo.

Una nueva ola de soledad inundó a Hermione después de aquel recuerdo que, sin previo aviso, invadió su mente. La soledad la golpeó tan fuerte y tan abruptamente que ella rompió a llorar. Se sintió enferma y débil. Se sintió como una niña asustada de once años de nuevo, a pesar de que mentalmente tenía mucho más que eso. Desesperada por un abrazo de sus padres. De sus verdaderos padres: los Granger. Pero ellos no estaban allí y Hermione no tenia idea de que hacer.

Maldita sea, ella ni siquiera podía recordar a sus padres. Había olvidado sus caras, incluso había olvidado sus voces. Pero ella todavía los extrañaba y no se sentía con derecho de hacerlo después de haberlos olvidado de esa forma. Ella era una mala hija. Una terrible hija.

Hermione se odió.

Una oleada de nauseas la invadió. Hermione se arrastró por el castillo en dirección a la enorme cocina en busca de agua. Agua que quitaría esas nauseas en su interior, agua que borraría ese nudo en su garganta.

Se sintió peor que cualquier cosa en el mundo. Fue como estar bajo los efectos de la maldición cruciatus de nuevo, pero multiplicado por al menos diez.

Ad Finitum |Hermione Granger| Sirius Black|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora