↠Capítulo 7. "Detalles"

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Luciale. 

Bebo una copa de vino y suspiro. Mis dedos se aferran al cristal como si quisieran romperlo, pero me controlo para no hacerlo. No es momento de dejarme llevar por mis arrebatos de ira. 

El imperio me necesita más que nunca. 

Mi padre ha enfermado, y como su heredera, debo representarlo en toda reunión importante con otros imperios o con los gobernadores de los distintos condados, ducados y marquesados. 

Esto es agotador. 

No hay rastros de malditos en mi territorio. Los únicos que son portadores de esos poderes, han sido vigilados y destituidos de ellos. Ya no representan una amenaza para el reino desde hace tiempo. No sólo podían atacar a los aridienses, sino que a mí también, la legítima heredera. 

No hay rastros según lo que han dicho mis gobernadores. Es estúpido que intenten verme la cara de idiota cuando saben que jamás podrán. Yo sé que hay un maldito en algún lugar de Abdrion, quizá más de uno. 

Pero uno en específico es culpable de lo que sucedió con Katrina. O más de uno. 

Libero un suspiro pesado y apoyo la copa sobre la gran mesa rectangular del comedor. Estoy sola ahora mismo, es de madrugada y nadie está despierto. 

Solo un ser como yo que no consigue conciliar el sueño si está alterado o necesita consumir algo. La comida normal ya no me sirve para renovar mi energía, necesito rosas azules o un suspiro de vida. 

Cierro mis ojos un momento y me transporto con magia hacia el jardín. Mantengo mis párpados cerrados hasta tranquilizar mi respiración veloz y mis sentidos agudizados, cada vez que utilizo la magia de teletransportación sucede esto. Es un efecto secundario de una duración de pocos minutos. 

Toco con mis largas uñas negras un pétalo de una rosa azul e inhalo profundo, observo como la flor adquiere un aura de color azul oscuro que me rodea poco a poco. Es como una nube que impide la visión, pero más que nada es para proteger al ser de la forma que adquiere cuando se alimenta. 

En mi caso, me da igual mi forma oscura. No afecta en lo más mínimo a mi persona, solo genera un pequeño sabor de satisfacción. Las personas temen cuando encuentran a un ser de oscuridad en su forma natural y no la humana, dicen que es aterrador. ¿Será que me veo tan aterradora? 

—¿Luciale? 

Esa voz detiene mis movimientos y aparto mi mano como si la rosa quemara hasta lo más hondo de mis entrañas. Contengo un gruñido de molestia, porque es mi culpa al ser tan descuidada para renovarme. 

—¿No deberías dormir, Chrystel? —inquiero tranquila, acomodo las mangas de mi camisón gris—. Es de madrugada. 

—¿Por qué ocultar que eres alguien de la élite? —pregunta a cambio, siempre tan astuta como para replicar a mis cuestionamientos con otros. 

—¿Importa el motivo? —evado sus interrogaciones, regreso mi atención a la flor que acaba de darme gran parte de la energía que necesito. 

—Soy tu compañera en esto —murmura, sé que no le importa lo que represento o quien soy. No importa cuántas veces quiera alejarme, Chrystel Dreim siempre me lleva de regreso con ella para recordarme que es la única persona en la que tal vez puedo confiar—. No tienes que ocultarte de mí, Luciale.

Elevo mis comisuras en una efímera sonrisa sin enseñar mis dientes. Me percato de que su ceño fruncido se suaviza y soy incapaz de moverme cuando se abalanza sobre mí para abrazarme.

—Somos como hermanas —susurra, percibo su sentimiento de lealtad y cariño hacia mí. Me apega a ella—. Puedes confíar en mí, Luciale. 

—Lo tendré en cuenta, siempre lo hago —trato de pasar uno de mis brazos por su espalda, en verdad no sé como reaccionar. 

Siniestra nebulosaWhere stories live. Discover now