Capítulo 29. "Planes contra Abdrion"

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Luciale. 

Saboreo el líquido agridulce denominado vino, recorre mi garganta mientras deja una ligera quemazón a su paso. Suspiro profundo, el gritito emocionado de Vinavina me asombra, pero al mismo tiempo no tanto como debiera. 

Quisiera fingir que este es uno de mis segundos planes, que yo preparé el regreso de sus poderes. Sin embargo, la realidad es diferente, es una cruda realidad que me golpea como la maldición que convive conmigo todos los días. 

Prometí regresarles, a Vinavina, Martz y Laissa, sus habilidades como criaturas sobrenaturales cuando la guerra se desatara y ellos tuviesen que ir tras la cabeza de Herafel. Tal vez ellos crean que ya ha comenzado la guerra, que estamos en un «ganar o perder». Me encantaría aclararles que no es así y que para conocer el real paradero de esa escoria, todavía queda mucho camino por recorrer. 

Detesto tanto la existencia de Herafel. Es una maldita basura que me persigue como si yo le debiera algo, como si yo fuese algo de su propiedad. 

No obstante, debo actuar con la normalidad de siempre, fingir que yo les he regresado sus poderes por el sencillo motivo de que me han demostrado que puedo confiar en ellos. Que hermosa mentira, ¿No? 

Tan bella que nadie la creería. Nadie que piense de forma coherente. 

—¡Lu! —me llama Rowan. Al azar la voz, su timbre es más fino y delicado. Me levanto de mi silla para encontrarme con su rostro, de expresión confundida, cejas fruncidas, sonrisa a medias—. ¿Has oído el estruendo? Fue Vinavina, sus poderes regresaron. 

Apoyo la copa de vino sobre la mesa con delicadeza, su mirada café se clava en mí con una sonrisa que se ha transformado en un gesto de pura emoción. Me contagia a realizar lo mismo, a pesar de que sé que es una farsa de mi parte, y que es una terrible idea intentar mentirle. 

Ella lo descubrirá tarde o temprano. Sus poderes le darán paso a descubrir la verdad. 

—Cumplí mi palabra. Por si agradecen, diles que no tienen porqué hacerlo —me acerco a ella y tomo su mano izquierda. Deposito un beso suave en su dorso, sus iris brillan con intensidad ante mi acción y yo me dedico a admirar la belleza del sol que porta en sus rasgos astenienses.

Hasta ahora me percato de que posee la típica nariz de la aristocracia de Astenont, esa nariz que en la Tierra clasifican como «romana» y que en los patrones hegemónicos de belleza, es algo que se debería arreglar por ser un «error». 

A mí me parece un rasgo sumamente excéntrico, precioso y que le da un toque particular al rostro de mi amada ninfa del sol. Creo que sus rasgos faciales no serían los mismos sin esas cejas pobladas, o esa nariz con una leve «montaña», los lunares que adornan su cuerpo, esa tez que aparenta ser bronceada, esas iris cafés que se tornan doradas y que brillan con una nobleza admirable. Sin lugar a dudas, Rowan «Tree» Becker es ella por todo lo que representa, tanto de forma física como mental y espiritual. 

Ella es mi ella. No soy una romántica, pero la frase de «A ella le encantan las estrellas y los planetas, y a mí me encanta ella» nos queda a la perfección. 

Su sonrisa adorable es lo único que quiero ver por el resto de mi eternidad, no hay nada más que yo anhele tanto como despertar a su lado cada día y gobernar junto a ella. En el momento en que abdiquemos a favor de Chrystel, me encargaré de viajar con ella por la Tierra. O incluso antes. Sé que extraña muchas comidas humanas, y tal vez le agrade conocer diferentes culturas. 

—Intentas mentirme, ¿Por qué? Te conozco muy bien, Lu —susurra sobre mis labios, con sus comisuras curvadas hacia arriba en un gesto teñido de leve sorna, y al mismo tiempo, de comprensión—. No tienes razón para fingir ser fuerte conmigo, mi amor. Yo no voy a juzgarte ni a incomodarte, ¿Qué sucedió ahora? 

Siniestra nebulosaWhere stories live. Discover now