Capítulo 44. "Sentencia"

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Lamento la demora de un día, esta semana fue bastante complicada para mí. La próxima semana regresamos con las actualizaciones los días jueves. <3

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Rowan.

Inspiro hondo, mis dedos tiemblan un poco debido a los nervios que me invaden. Me mantengo en una postura recta, imponente, no debo permitir que alguien ajeno a la familia imperial y a nuestro círculo cercano, note siquiera algún rastro de debilidad o temor en mi persona.

Acaricio mi anillo de casada, un símbolo que para muchos podría resultar insignificante, pero que a mí me otorga la fortaleza necesaria en estos instantes como para afrontar lo que se viene en el futuro y lo que sucederá hoy. Soy la máxima autoridad en Abdrion en estos momentos, debo comprender la magnitud de un título tan poderoso como ese.

El collar que Luciale me obsequió en su coronación, descansa en mi pecho cual recordatorio de que, hoy en día, la represento a ella. Nos represento a ambas y a nuestro imperio. Al imperio que ella me entregó para que lo cuide, para que lo mantenga a flote, mientras ella se debate entre la vida y la muerte. Entre el limbo eterno y esta dimensión terrenal donde sufre a cada segundo por personas que creyeron tener derecho a decidir sobre su vida.

El vestido que envuelve mi cuerpo, de seda negra con una falda a cuadros blancos y azabaches, de un corsé con escote de corazón lleno de pedrería en dichos tonos, es tan similar al que yo vestí en una de mis tantas visiones. Solo que ahora no utilizo guantes, pues ya superé ese temor a enseñar mis manos, a qué critiquen su delgadez y las venas que se marcan en mi piel.

Chrystel me dedica una sonrisa tranquilizadora. Ella, a diferencia de mí, lleva recogido su cabello blanco en una trenza de lado. Yo, por mi parte, lo llevo suelto y lacio, detrás de mi espalda. Lo único que mantiene los mechones sujetos en su lugar es la corona que se alza sobre mi cabeza.

—Con ustedes, sus majestades, la emperatriz consorte de Abdrion: Rowan Becker, y la Señorita Chrystel Dreim —anuncia uno de los guardias antes de permitirnos entrar a la sala de reuniones.

Todos los gobernadores se inclinan ante nosotras, en una larga reverencia que termina en cuanto nos ubicamos en nuestros lugares de la mesa redonda. Ella prefiere sentarse, al lado izquierdo de la silla que le pertenece a Luciale; he decidido mantenerme de pie, del lado derecho del lugar que le pertenece a mi esposa.

Las costumbres dictan que debería sentarme, pues tanto los gobernadores como el actual emperador o emperatriz, están en igualdad de condiciones y casi con los mismos derechos a decidir sobre el imperio. Sin embargo, no tengo tiempo para continuar con costumbres irrelevantes para mí. Mi esposa se muere, no debo perder el tiempo en estupideces que no marcarán ninguna diferencia en lo que anunciaré.

—Marqueses, marquesas, duques, duquesas, condes y condesas —anuncio, la seriedad se apodera de mi tonada. Todos me dirigen la mirada, expectantes a lo que diré—. He sido informada de una posible traición del Conde Kreim Liweul de Mellster.

—Eso es mentira —asegura Meydila Liweul, se levanta de su silla con notable molestia—. Mi hermano jamás traicionaría a este imperio o a sus emperatrices, majestad.

Alzo las cejas para plantar la duda en ella y en los demás presentes en esta habitación. Solo Chrystel y yo estamos enteradas de lo que sucede con Kreim, solo nosotras sabemos que él fue enviado a Khiat por un bien mayor y para salvar la vida de su hermana. Una vida que Meydila no merece.

Siniestra nebulosaWhere stories live. Discover now