CAPITULO 2 SAMANTHA

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Estaba en casa con mi papá en esas competencias de quien hacia el mejor salto a la piscina y quien tiraba más agua afuera de esta. Como siempre él ganaba, porque aunque yo no era de esas personas flacas y tenía algunos kilos de más (que fui perdiendo al pasar los últimos meses), él era mucho más alto y sus músculos lo hacían enorme.

Siempre, cuando llegaba de la escuela me perseguía por toda la casa hasta que una vez que me agarraba me arrojaba a la pileta que hay detrás en el patio.

Tardes de risa, pero como siempre los dos solos. Mi madre siempre distante o ausente, de la casa y de nosotros.

Ellos se conocieron cuando eran muy jóvenes, coincidían con el mismo grupo de amigos, aunque al principio no se hablaban, su relación se hizo intensa cuando mi padre decidió ir a la guerra. Las cartas que se enviaban todo el tiempo los había unido.

Pero a pesar de las promesas que se hicieron en un inicio, de que si mi padre volvía con vida iban a estar por siempre juntos, mi madre con el tiempo no lo cumplió y su distancia ya era notable.

Una vez que se hicieron las ocho de la tarde y con mi madre todo el día fuera de casa me di cuenta que esa noche se aproximaba una gran pelea por su ausencia. Lo típico.

Mi padre no era una persona violenta, nunca se mostró así conmigo. Pero con mi madre, sabía que la cosa fue diferente, nunca la golpeó pero cuando se enojaba rompía cosas, las destrozaba.

Comimos callados, el ambiente feliz de esa tarde se esfumó al pasar las horas y notar que mi madre no regresaba.

–Pa, ¿Te molesta que me acueste temprano? Tengo una presentación de mi trabajo mañana en la escuela.

–Obvio, lo sé. Las últimas instancias son difíciles ¿Te pone nerviosa saber que te falta poco para terminar la secundaria? –dijo mi padre tratando de sonar interesado.

–Un poco. Pero estoy feliz de hacer lo que me gusta.

–Te va a ir genial en Medicina. La mejor doctora del mundo. Te lo aseguro.

–Gracias papá. Eres el mejor –dije triste. No quería ser otra persona más que lo abandonara. Aunque mi madre no nos había dejado del todo, solo aparecía a la noche, y cada vez la veía menos porque cuando ella llegaba yo ya estaba dormida.

–Tú eres la mejor. Mi gran orgullo. No te preocupes, sé que estas mal por dejarme solo. Los padres nos damos cuenta de esas cosas –después de un suspiro prosiguió– Pero me encanta que sigas tus sueños y siempre seremos compañeros de vida. No lo olvides.

Después de darle un beso y un gran abrazo me dirigí a mi habitación. Era un gran padre, yo fui su consentida. Claro que era hija única, pero conmigo se comportaba diferente a la descripción que daba mi madre sobre él.

Y yo seguí mi instinto, lo amé y lo amo por la eternidad.

Ordené mi habitación. Celeste, ¿Por qué mierda me gustaba ese color?

Como gustarme el color el cual miro todos los días cuando estoy tirada en algún césped perdida, esas nubes que me robaron algo especial y me miran decepcionadas.

No pude dormir. Así que leí unos de mis libros favoritos, siempre románticos. Como si el amor ya fuera suficiente el protagonista de mis problemas. Gracias a estas historias estaba metida en estos líos.

El amor hizo que esto terminara en tragedia, que se derrumbara mi corazón y solamente viviera gracias al aire. Como podía haber amado tanto cuando de un día para el otro me encontraba sola sin ser amada. Que desperdicio.

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