CAPITULO 25 SEBASTIAN

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Aunque intenté advertir a la policía de lo que podría llegar a suceder, no me creyeron. Pensaron que era todo un plan para librarme de ellos.

Mis nervios estaban llegando a su límite y ya estaba pensando lo peor. No voy a llegar a tiempo, no voy a encontrar a Sam con vida.

Luego de una gran multa me subo a la camioneta y sin hacer caso a las indicaciones del policía acelero rápido. Al no seguir sus rastros no sé cómo voy a hacer para encontrar a Sam.

Me lleva media hora identificar su auto. Ni siquiera me interesa como estaciono el vehículo, mi preocupación aumenta a cada paso que doy con lo que me puedo llegar a encontrar.

Después de dos golpes fuerte logro derribar la puerta.

Con lo que primero me encuentro es con dos mujeres atadas en una silla, una de ellas es Sam, con su rostro morado.

– ¿Quién eres? –enseguida localizo al imbécil que ha provocado todo esto y sin pensarlo me acerco para pegarle.

No lo dejo respirar, esta tirado en el piso entre mis piernas y no dejo de pegarle.

Pero nada sale perfecto, todo sucede rápido. Un golpe en mi cabeza producida por su cabeza hace que me derribe al piso. Y en un segundo veo como saca el arma de su bolsillo trasero y está apuntándome.

Sam que ya está desatada le pega con la silla antes que logre disparar. El golpe no es tan fuerte para derribarlo pero alcanza para poder pararme y agarrar el arma. Ahora ambos estamos tironeando y ninguno quiere detenerse, porque el que lo hace termina perdiendo.

Sin darme cuenta, Eduardo que tenía su dedo en el gatillo ya cargado lo aprieta y sale disparando una bala hacia donde estaba Sam, quien estaba tratando de desatar a su madre.

Directo en la cabeza.

Mi mundo se derrumba. Y todo sucede tan rápido.

Me aproximo a ella con la esperanza que la bala solo la haya rozado. Pero la sangre que ya se encontraba en el piso indicaba lo contrario. Me tiro al piso junto a ella y la abrazo fuerte.

¡Esto no puede ser verdad!

Lloro desconsoladamente y no presto atención a lo que ocurre a mí alrededor.

Alguien me agarra del hombro alejándome de Sam.

–Él lo ha hecho. Intente sacarle el arma pero disparó sin razón, tenía amenazada a mi mujer –dijo el asesino apuntándome.

Al parecer Sam llamó sin darnos cuenta a la policía, y las versiones de la verdad fueron opacadas.

No tengo ni voz ni fuerza para hablar. Solo observo hacia todos lados, como la madre de Sam se encuentra desmayada en su asiento mientras médicos intentan que reaccione, el asesino dando falsas declaraciones a la policía aprovechando la situación de que nadie lo ha reconocido y por ultimo a Sam, mi Sam. Miro al médico que la asiste y su rostro es desgarrador. Niega y agacha la cabeza, y luego tapa su rostro con una manta.

Ni con todas las tragedias y problemas que he tenido en mi vida sentí que mi mundo se derrumbaba como ahora.

Ya no hay nada por hacer, lo he intentado todo por ser feliz y al parecer la vida está obsesionada por estropearme.

Golpeo al policía que me sostenía por detrás golpeándolo con mi cabeza en la nariz, y luego pisando su pie. Logro soltarme y voy corriendo hacia donde está el arma descansando en el piso.

Empiezo a apuntar a todos y pidiendo a gritos que se junten. Una vez que están todos juntos pidiendo que me calme, sin dejar de apuntar me acerco a Sam.

–Esto es muy injusto Eduardo –digo ahora apuntando hacia donde él esta –Si piensan que él es la victima investiguen mejor. Porque el señor que está enfrente de ustedes fue quien arruino nuestras vida.

Con lágrima en los ojo, me apunto en la cabeza, trato de no pensar nada que pueda detenerme, cuento hasta tres, respiro hondo y aprieto el gatillo. 

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