CAPITULO 24 SAMANTHA

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¿Y si cometo un error al ir? ¿Y si viene a nuestra casa y destruye todo?

No podía dejar de mirar a Jota mientras dormía y notar que nuestro pequeño castillo podría derrumbarse por la estupidez que hice.

Tendría que ir y resolver todo. O decirle a Jota.

¿Pero si lo lastiman?

No puedo pensar, no puedo encontrar una solución a la cagada que me he mandado. Y como soy la responsable tendré que enfrentarlo sola.

Tanto pensar se hace de día. Luego de una noche apasionada y llena de declaraciones desayunamos juntos. Nos damos de comer y competimos por el mejor café.

–Tienes mucha suerte al no tener clases. Daria lo que fuera por quedarme y continuar lo que hicimos anoche. –digo mientras me abrigo.

–Falta –dice inocente.

–Me lo dice el chico que no ha querido faltar nunca cuando yo se lo he pedido. Así que esta vez será mi venganza –le doy un beso y me voy en mi auto.

A mitad de camino me arrepiento. Tendría que haber sido un beso más largo y junto con un abrazo.

¡Ya basta Sam! Todo saldrá bien.

La primera clase pasó muy lenta. Mi mente voló durante todo el tiempo junto a Jota. Quería estar en mi cama con él.

Pero ahora me estoy por enfrentar a mi pasado, y me tengo que mentalizar que en este momento es ideal que vuelva la antigua Sam. La Sam que se incendió junto a Ácidos.

El mediodía llegó y yo me encuentro conduciendo hacia la casa del asesino.

Casi llegando escucho unas sirenas, pero el sonido para a los minutos y me tranquilizo que no iban dirigidas hacia mí.

Estaba pensando tanto que tal vez estaba aumentando la velocidad de una manera inconsciente.

Estaciono, de la guantera agarro una navaja y la escondo dentro de mi media. Respiro hondo y me enfrento a mi pasado.

Toco timbre, en todo el momento trato de mentalizarme que no tengo que demostrar debilidad.

–Hija –abre mi madre. –No tendrías que haber ven...– la interrumpe el asesino.

–Sobrina querida, haz llegado. Pasa –me quedo mirando a estos dos extraños.

Entro directamente al comedor, y me paro junto a la chimenea.

Veo un gran cambio en mi madre, está mucho más delgada y demacrada. No noto signos de violencia pero podrían estar muy bien cubiertos con maquillaje.

–Qué bueno que toda la familia está reunida –dice Eduardo.

–No toda la familia. Falta mi padre. Cierto, tú lo mataste –digo fríamente.

– ¡Vaya! Has cambio mucho en este tiempo Sam.

– ¿Por qué? ¿Por qué elegiste a este infeliz? –me dirijo a mi madre.

–Tu padre era... era muy violento –dice Sarah.

–Dime –levanto la voz – ¿Cuándo te pegó mi padre? –caminaba de un lado al otro mientras que la zorra y el asesino me miraban sentados desde el sofá.

– ¡Dilo! –grito.

–Te calmas –se levanta el asesino –no te voy a permitir que en mi casa insultes a mi amada.

–A tu amada ¡Oh por favor! –Me burlo – ¿Puedes hablar de una vez? –vuelvo a mi madre.

–Nunca –dice en voz baja.

–Lo sabía –dije confiada.

–Pero el... pero él siempre me lanzaba cosas.

–Eso es mentira. ¿No será que tú lo hacías? La única dos veces que he visto a mi padre lanzarte algo fue la vez que llegaste tarde, y la noche de su muerte. ¿Recuerdas esos días?

–Sí, pero el... No era una persona de fiar.

–Mientes. Mientes zorra. Lo dices porque el imbécil de tu amado te tiene amenazada.

– ¡Ya basta! –grita mi tío y se lanza hacia mí. No puedo esquivarlo y caigo con el encima.

–Trae las sogas de emergencia Sarah –dice Eduardo – ¡HAZLO! –grita

Sarah sale corriendo escaleras arriba y yo me muevo desesperada.

–Basta –me dice mi tío en el oído.

–Eres desagradable

–Me han dicho cosas peores, dulce.

Cuando llega la zorra con la soga, para mi sorpresa, terminamos las dos atadas en una silla, enfrentadas.

– ¿No son socios? –digo tranquila. Tengo que demostrarme sin miedo.

– Las dejo un rato a solas, ojo con lo que hacen– dice apretando el cuello de mi madre.

Estamos en silencio unos minutos mirándonos fijos hasta que yo rompo el hielo.

– ¿Por qué?

–Porque ¿qué?

– ¡No te hagas! Porque este imbécil y no mi padre.

–Ya sabes el porqué, era muy violento.

–Eso es lo que el asesino te ha metido en la cabeza.

– ¿Puedes parar? No es fácil... –deja de hablar.

– ¿Qué no es fácil?

–No tiene importancia.

– ¿Te tiene amenazada?

– ¿No es obvio? –murmura.

– ¿Desde cuándo?

–Al principio creí todo lo que él dijo de tu padre, pero al alejarnos de ustedes noté un cambio.

–Alejarnos de ustedes. Cuando te fuiste no hubo más un ustedes. Por si no te enteraste, te fuiste dejando a tu esposo muerto en mis brazos.

–No me lo digas así Samantha.

–Digo la verdad zorra –y comienzo a elevar mi voz –Hiciste que un tipo entrara a tu cabeza con ideas erradas sobre mi padre, luego dejaste que lo asesinara y escapaste con él. Y aunque estés amenazada no tienes los ovarios suficientes para enfrentarlo. ¿Y con todo lo que te dije aun sigues queriendo que te trate bien?

No dice nada. Agacha su mirada y llora.

Yo no puedo correrle la mirada y no dejo de mirarla. No puedo tener compasión, esto me ha hecho mucho daño.

–No es justo todo lo que le has dicho a tu madre –dice detrás mío Eduardo.

– ¿¿¿No es justo??? ¿Y ustedes creen que todo lo que le hicieron a mi padre fue justo? ¿Lo que le hicieron a mi vida?

El golpe en mi mejilla que recibo de parte de mi tío es tan doloroso que hace que me mareé.

–Así vas a aprender a respetarme –se acerca a mí y me acaricia la herida.

Al estar atada, mi primera reacción fue escupirle en la cara. Gran error porque el segundo golpe que recibo no solucionan las cosas.

De repente la puerta principal se viene abajo luego de dos golpes fuertes y aparece mi salvación.

– ¿Quién eres?

Jota no responde e instantáneamente se aproxima a mi tío para pegarle. Lleva ventaja pero al ver que mi tío tiene en su bolsillo trasero una pistola mi miedo aumenta.

Trato de todas las maneras de desatarme, no puedo dejar de ver por mientras ese bolsillo.

Jota lo tiene entre sus piernas y no deja de pegarle. Cuando logro desatarme veo como Eduardo le pega con la cabeza lo que hace que Jota caiga al piso.

–Tú te lo ganaste –dice el asesino. Y luego todo ocurre muy rápido. 

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