EPILOGO

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–Antes de empezar quiero agradecer a todos por venir esta noche –mi padre interrumpe mi charla con Sarah. Estaba tratando que esta cena no me afectara, por fin logro hablar con Sarah y mi padre nos interrumpe como siempre nos sucede. –Hoy es una cena muy especial porque como muchos saben, ya que es uno de los motivos por el cual estamos reunidos esta noche, mi hijo Benjamín ha vuelto a casa. ¡Sí! Ha vuelto salvo y sano.

Acércate hijo. Eres mi orgullo y mi razón de llevar siempre la frente en alto. Él es nuestro héroe, estuvo a punto de perder su vida por defender a nuestra patria. Y aunque hay batallas que se pierden, él ha ganado una muy grande. La batalla del amor. –me pregunto a qué se está dirigiendo con este discurso – Si, mi hijo se ha comprometido con una bella dama. Ven Sarah, tú también acércate.

Sarah se suelta de mi mano que estaban entrelazadas y camina hacia mi padre con su rostro muy feliz. ¿Cómo no me di cuenta del anillo? Un anillo que ahora deja un peso muy grande en mi mano.

No termino de escuchar el discurso, enojado me dirijo hacia la cocina donde se encontraba la cocinera.

–Pastelito, ¿Quieres más bocadillos?

–Nora, dime si he cometido un error al no querer ir al ejército. Dime porque mi padre se comporta así conmigo desde la llegada de Benjamín.

–No pienses así de tu padre, el solo está entusiasmado, pero solo eso.

–Eso espero Nora, porque la verdad la presencia de Benja ya es molesta.

– ¿Por qué dices eso, hijo? –escucho a mi padre hablar a mis espaldas. –Qué problema tienes con tu hermano, un hombre que ha hecho mucho por el honor de esta familia.

La miro fijo y simplemente me retiro de la cocina saliendo de la casa. No iba a poder cambiar nada de ese hombre, es imposible.

Como si todas las piezas del rompecabezas se unieran de golpe se me cruza por la mente muchos momentos donde mi padre planteaba estas comparaciones innecesarias.

¿El hecho de que Benjamin sea más exitoso en sus decisiones significa que mi padre tiene derecho a esas comparaciones?

Esto está llegando al límite de mi paciencia. Sumando ahora la derrota por el corazón de Sarah.

Salgo de la casa corriendo y de atrás escucho

–Eduardo, no he terminado contigo, ven que tenemos que hablar.

Y simplemente no lo escucho, y corro, corro como hago siempre huyendo de mis problemas.

FIN



¡GRACIAS POR LEER LA HISTORIA!

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