CAPITULO 6 SEBASTIAN

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Llego a mi casa durante el desayuno, los chicos están ya cambiados para irse a la escuela y mi madre lee el periódico. Antes miro su cara, simplemente con mirarla sé con qué me voy a encontrar. Pero para mi sorpresa no está triste, no tiene la cara roja, ningún moretón, y todo parece normal.

De golpe baja el periódico y me mira fijo.

–Tarde, ¿no crees? –dice riéndose.

– ¿Está todo bien? –la verdad estoy intrigado de lo que está pasando.

–Tu padre duerme, llegó y se acostó.

– ¿O sea que la tormenta viene cuando se despierte?

–Tus hermanos –me regaña y mira a mis hermanos, quienes están entretenidos hablando sobre el campeonato de futbol de la escuela.

–Lo mejor es que me vaya a dormir. Que no te sorprenda si cierro la puerta con llave– y sin mirar su reacción me dirijo a mi habitación.

Sin dar vueltas me recuesto sacándome solamente la remera.

No he tomado casi nada en toda la noche. Decidí pasar de alto mi día de descanso y ayudar en la barra. No tenía ganas de divertirme y trabajar iba a hacerme despejar un poco de mis problemas, pero no distraerme de esa chica.

¿Por qué no le pregunte el nombre? En eso tomo conciencia ¡Mis hermanos!

Baje rápido la escalera esperanzado de que sigan en la casa. Para mi alegría estaban todavía terminando el desayuno.

–Me pongo la remera y los llevo yo a la escuela. ¿Les parece bien?

– ¡Siiiiii! –gritan los niños con emoción.

– ¿Pasó algo? –dijo mi madre sorprendida.

–Nada. Solo tengo que hacer algunas cosas y voy a aprovechar para llevarlo.

¿Está mal? –le dije enojado. Una buena acción y enseguida le llama la atención.

–A tu madre le hablas mejor –perfecto, me doy vuelta y me encuentro con el borracho que no quería cruzarme.

–Ya me voy. Vamos chicos. Los espero afuera –me pongo la remera y salgo afuera sin continuar la conversación e ignorando los gritos provenientes de la cocina producidos por mi padre. Ya sé que le deje las consecuencias a mi madre, asunto de ella por seguir estando cerca de ese tipo.

Una vez que los Mellis están arriba de la camioneta me encargo de inciar mi cuestionario.

–Chicos, ¿Se acuerdan que antes tenían una profesora particular? ¿Una chica joven que los ayudaba a leer?

–Sisi, me acuerdo –dijo Daniel.

–Yo también me acuerdo– me divierte la reacción David, tampoco quería ser menos.

– ¿Y? cómo se llama– insisto.

– Samantha –dicen a la vez.

–Samantha –digo en un susurro.

–Es buena. Lástima que no da más clases.

– ¿Por qué?

–No lo sé, nos dijo que no podía y ya no la vimos más.

– ¿Saben algo más de ella?

Ambos se miraron hasta que Daniel dijo: –Sabemos que va a nuestra escuela, la parte de atrás que es secundaria.

Perfecto, capaz la cruce. ¿Pero me he vuelto loco?

No, no estoy loco. Ya sé porque estoy así. No puedo aceptar que una chica me rechace, y esto no va a quedar así. La haré caer, como a las demás.

Estaciono la camioneta y me bajo para acompañar a mis hermanos a la puerta. No, no lo hago para encontrarme con ella. Siempre lo hago cuando los traigo, siempre me da miedo que crucen solos la calle. Aunque me cueste, un poco de humanidad me queda y el amor incondicional que les tengo a mis hermanos es lo que hace que me levante todos los días y enfrente el día, la noche y las peleas en casa.

Me arrodillo para mirarlos mejor a la cara y les hago la misma pregunta de siempre cuando me despido de ellos.

– ¿Son felices?

–Si –repiten a la par con una gran sonrisa.

Se van corriendo adentro de la escuela mientras que los veo entrar. Y si, a pesar de todo son felices, y eso me alegra.

–Parece que el chico tiene sentimientos y no solo piensa en sexo –dijo una voz muy dulce.

Cuando me doy vuelta está apoyada en la pared que hay al lado del gran portón apagando su cigarrillo. Una pose muy rebelde y sexy que quisiera siempre ver. 

SUMERGIDOSWhere stories live. Discover now