Capítulo 1

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ㅤㅤEL ESCRITORIO de madera de castaño en forma de L está cubierto de carpetas abultadas y planillas por completar. Un portalápices —que seguramente solo guarda bolígrafos sin tinta y grafos con la punta rota— hace de pisapapeles sobre una pila de fichas académicas, tal cual la laptop negra sobre un montón de cuadernos viejos. Los cajones del escritorio, que están pintados de un estético color ébano, están abiertos y rebosantes de más y más documentos.

Si fuera otro día, aquel desorden probablemente incomodaría al hombre que, atento, lee uno de los muchos documentos; pero no hoy, cuando un nuevo semestre académico está por comenzar. Entre planificar clases, revisar las listas de alumnos que postularon a sus cursos, leer los resultados de las encuestas docentes y checar informes del semestre anterior, Jeon Jungkook no tiene tiempo para preocuparse de organizar su espacio de trabajo.

De cuerpo atlético pero elegante y estatura superior a la media coreana, Jungkook está totalmente concentrado en la enorme cantidad de pendientes que tiene. Sus ojos, grandes y oscuros, repasan una y otra vez el programa de los cursos que impartiría, que el jefe del Departamento de Filosofía le hizo llegar por correo días atrás. Su mandíbula, definida, está tensa y los finos labios color melocotón yacen rígidos formando una línea.

Está sentado en una silla giratoria de cuero negro e inclinado ligeramente hacia delante, lo que provoca que el cabello marrón oscuro caiga sobre su frente, ocultando así las cejas fruncidas que acentúan el semblante serio que lo caracteriza. Su piel nívea luce bien cuidada, pese a las pocas horas de sueño que ha tenido los últimos días.

Son las cinco de la tarde, según su computadora, lo que significa que el profesor lleva tres horas sin despegar la vista de su escritorio. Sus piernas, envueltas en un pantalón de chándal, resienten el tiempo sin levantarse, así que un par de minutos después interpreta aquello como una señal para tomar un descanso.

—Ah —suspira, su voz cansada—, cinco minutos...

Deslizando sus pies descalzos por el suelo de madera clara y dejando reposar su cabeza en el respaldo de la silla, el hombre cierra los ojos.

Jeon Jungkook, de treinta y tres —casi treinta y cuatro— años, forma parte del cuerpo docente de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad de Corea, una de las mejores universidades del país, desde hace seis años. No obstante, sin importar cuánto tiempo pasara, los inicios de semestre son igual de agotadores y, si es honesto consigo mismo, desalentadores.

La noción de comenzar un nuevo ciclo no es más que un montón de burocracia infinita para recibir alumnos que, sin lugar a duda, creen que estudiar una carrera humanista es pan comido. Jóvenes recién salidos de la adolescencia y del instituto que deciden que Filosofía es su pasión, justo después de saberse rechazados en la Escuela de Medicina, Ingeniería o Leyes.

El profesor Jeon ya se visualiza corrigiendo ensayos insípidos, escritos a última hora por estudiantes que solo piensan en obtener un título universitario sin esfuerzo; o respondiendo los correos pasivo-agresivos de alumnos que recibieron una mala calificación por un examen con respuestas demasiado presuntuosas y vacías para ser reales. ¡Ah, cómo odia Jungkook a esos pseudointelectuales que creen que entienden todo el concepto de metafísica únicamente leyendo artículos de Wikipedia!

Y el desánimo no se limita solo a estudiantes, sin embargo; sino también a otros profesores y colegas de la Facultad, porque a sus ojos, muchos de ellos son solo unos charlatanes.

Ha conocido algunas personas con las que ha mantenido un trato amistoso —profesores retirados, uno que otro alumno ya graduado y la señora que atiende la cafetería del Departamento—, pero si hablamos en términos generales, Jeon Jungkook no tiene amistades en su trabajo.

LA FILOSOFÍA DEL DESEO © vkookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora