Capítulo 31

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ㅤㅤESE SÁBADO, Taehyung, sentado de espaldas en el frío suelo, se halla escondido en uno de los tantos rincones de la biblioteca; ahí donde terminan las enormes estanterías y el polvo se acumula. Está concentrado, leyendo un libro sobre pingüinos que alguien dejó en el sitio equivocado. Y no es que los pingüinos le interesen mucho, pero todo es mejor que estar trabajando. No hay mucha gente en la biblioteca, de todos modos, así que espera que Byulyi haga la vista gorda si no lo ve.

Lee con las piernas apoyadas sobre una repisa y pasa las páginas con rapidez, absorto en los detalles sobre aves monógamas, símbolos del romanticismo. El libro le parece un sinsentido, porque el ideal de la monogamia no es más que eso, un ideal; sin embargo, no deja de resultarle fascinante. ¿Por qué el hum...

—¡Kim Taehyung!

Taehyung rueda los ojos.

—Ah, Moon Byulyi —dice desentendido, aún desde el suelo—; ¿qué te trae por estos lares?

—¿Qué estás haciendo aquí? —inquiere ella sin reparo alguno. No es la primera vez que Taehyung se escabulle de sus tareas—. Creí haberte dicho que hoy te tocaba guardar los libros del carro.

—¿Y qué cree que estoy haciendo, jefa?

Byulyi alza una ceja y se cruza de brazos.

—Pues exactamente lo que no te pedí.

Entonces Taehyung niega con la cabeza, juntando sus labios en una mueca decepcionada. —Este ambiente laboral es muy malo... —susurra. Seguido, se levanta de un brinco y señala al otro lado de la estantería, donde el carro de libros descansa (tan lleno como cuando llegó a la biblioteca esa mañana, pero esos son detalles)—. Ahí está el carrito. Estoy cumpliendo con mi deber —asegura, alzando la mano con el libro—. Estaba revisando este libro. Dice que es una investigación sobre pingüinos, pero no me lo creí y leí unas cuantas páginas... ¡Es de ficción! ¿Acaso querías que lo dejara en la zona equivocada? ¡No! Si voy a hacer mi trabajo, lo haré bien.

Y suena bastante convincente, pero Byulyi ya lleva trabajando meses con Taehyung: está familiarizada con sus artimañas.

—¿Ah, sí? ¿Y qué hacías recostado en el suelo?

—¿... Te conté que tengo problemas de espalda? Dios, ¡qué sufrimiento esto del lumbago! —El pelinegro se encorva un poco—. ¿Sabías que el 10% de la población con lumbalgia aguda termina crónica? No me quiero arriesgar, gracias.

La mujer lo mira escéptica. —Seguro que no —dice, echando un vistazo al letrero del pasillo—. Pero aquí están los libros de religión y espiritualidad —apunta—. No de ficción, menos de animales.

«Ah, pero qué lista...», piensa el chico, esbozando una sonrisa ingeniosa.

—Yo no estaría tan seguro, supremacista cristiana —rebate, solo porque puede hacerlo, y porque halla satisfacción en ver a las personas perder la paciencia—. De hecho, los pastafaris creen que la Antártida es el continente maldito, y que los pingüinos que ahí viven son los renegados por su Dios. Este es un libro de pingüinos, y, en consecuencia, símbolo de una religión.

Soltando un suspiro exasperado, Byulyi masculla: —Dios, solo haz tu trabajo.

—A la orden, jefa.

Tras eso, Taehyung le saca la lengua. Guarda el libro de pingüinos junto a los de religión —otra vez, solo para molestarla—, agarra el carrito y se va de ahí, serpenteando a través de los pasillos. Y es paradójico, porque su andar escurridizo asemeja al de un niño que no puede quedarse quieto; sin embargo, además de un tenue pincelazo de inmaduro razonar, y de una sonrisa a veces engañosamente inofensiva, no hay nada de aquella infantil inocencia en Taehyung, menos de alegría.

LA FILOSOFÍA DEL DESEO © vkookvWhere stories live. Discover now