Capítulo 3

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ㅤㅤA JUNGKOOK le gustaría pensar que la conversación con el chico desconocido no le afectó, que fue un encuentro desafortunado que decidió ignorar; sin embargo, no es así y eso repercute en su genio. Pretender que un jodido niñato no le faltó el respeto es complicado, aunque la razón tras esa dificultad no fue la falta de respeto como tal, sino la superioridad con la que el de rojo lo trató. Nadie, desde hacía años, lo había enfrentado así. Ha tenido problemas, como todo el mundo, pero siempre se sale con la suya a costa de su ingenio y arrogancia.

No esta vez. Un chico maleducado lo desafió, y hubiese salido mejor parado del encuentro si no fuese porque el otro, el de pelo menta —al que debió hacerle clases alguna vez—, no hubiera decidido que el desgraciado ya había dicho suficiente. «Maldición, ¿por qué le seguí la conversación?».

Pero de eso ya horas. Jungkook está de vuelta en su departamento, bebiendo café en el mismo tazón  de siempre y de pie junto al alargado mesón de su cocina. Ve por el enorme ventanal la ciudad apagándose después de un día ajetreado e intenta convencerse, otra vez, de que la discusión realmente no tiene importancia.

—Ni siquiera lo volverás a ver, Kook —se dice y bebe otro trago. Un breve lapsus de alivio lo embarga tras esa idea.

El profesor asume que, si el desgraciado fuera un estudiante de su facultad, lo hubiera reconocido y no hubiese actuado de forma tan imprudente, porque aquello podría traerle problemas. Jungkook ha impartido clases a estudiantes de casi todas las especialidades y años en el edificio de Artes Liberales. E incluso si no le hubiese hecho clases, es muy probable que supiese quién es. Además, no se veía tan joven para ser de primer año y el otro chico sí lo reconoció. Es lógico que el de rojo no supiera quién es si no fuera estudiante de ahí. Por ello, su teoría es que el punky, que sí estudia en la facultad, invitó al miserable a comer a la cafetería y que, dado el evento de esa tarde, no lo invitaría otra vez. El punky parecía alguien sensato.

Su idea tiene sentido; no obstante, el alivio solo dura poco tiempo. ¿Por qué tiene un mal presentimiento de todo esto?





La mañana del martes, después de hacer su rutina de ejercicio y darse una ducha larga, camina a la universidad. Después hace clases a estudiantes de último año, lee papers y adelanta días de trabajo; exactamente como la mañana anterior. Los días de Jungkook pasan sin emoción. No habla con más personas de las necesarias, recorre las mismas distancias hacia los mismos lugares, no experimenta cambios de humor.

Él no se sale de la rutina, por ese motivo se extraña cuando, a metros de la cafetería, a la hora de la comida, un escalofrío le recorre la columna. «¿Estará...? No, qué idiotez. Déjalo ya», piensa, y la voz en su cabeza parece devolverle la razón porque en cuanto da un paso dentro del lugar, toda emoción que creyó sentir se esfuma de su cuerpo.

Ese día, Jang Jiwon, la mujer que dirige la cafetería y que tiene un lugar especial para Jungkook, está a cargo de la caja registradora.

—Buenas tardes, profesor Jeon —saluda. Es una señora mayor, de pelo casi blanco y corto, sonrisa amable y ojos grandes, atentos. Lleva un delantal a cuadros rojos y blancos—. ¿Cómo está hoy? —Su voz es afectuosa, como la de una abuela con sus nietos, y también le sonríe. A estas alturas a Jungkook se le hace normal que ella se comporte así con él, pese a que no es recíproco, y se hace una idea del porqué.

—Bien, gracias —responde cordial—. Hoy comeré kimchi con arroz y tomaré-

—Agua sin gas —le interrumpe la señora Jang. Jungkook asiente y de algún compartimiento bajo el mesón la mujer saca una bandeja previamente preparada con la comida que pidió.

LA FILOSOFÍA DEL DESEO © vkookvWhere stories live. Discover now