Capítulo 25

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ㅤㅤJEON LOGRÓ evitar a Taehyung durante todo el miércoles, pero no porque pretenda autoconvencerse —una vez más— de que no lo desea, sino porque no puede evitar sentir vergüenza de hallarse en su situación. Ya es jueves por la tarde, no obstante, y mientras camina hacia el salón 621, donde sabe que hay una enorme probabilidad de encontrarlo, piensa en que tal vez no lo evade por vergüenza, mas porque tiene la sensación de que todo el mundo se dará cuenta de que su forma de actuar cambia en presencia del pelinegro.

Es un hecho. Taehyung saca un lado de él, uno que estaba enterrado bajo llave y que ni siquiera recordaba haber enterrado. Pero lo hace, y aquello basta para que haya sentido la necesidad de huir del detonante.

El salón esta cada vez más cerca. «Solo deja de pensar en ello».

Irguiendo su espalda y alzando el mentón, el profesor hace acto de presencia. Entra dando pasos firmes. Deja su maletín sobre el escritorio y acomoda ligeramente el cuello de su suéter azul marino (lo ha comprado la tarde de ayer). Zapatos bien lustrados, pantalones rectos, el rostro serio. Los alumnos se callan en cuanto entra. Evita dar un vistazo por sobre el hombro en lo que saca sus papeles.

Según la programación que hizo tiempo atrás y que sigue estrictamente, ese día mencionaría el anarquismo. «¿Es en serio?». Las ganas de soltar una risotada sarcástica son enormes.

Se gira, apoyando su peso en la madera y cruzando los brazos sobre su pecho. La cantidad de alumnos después del examen es menor que la de antes, y ya eran pocos los que asistían. Supone que, o se rendieron, o creen que no necesitan asistir a sus clases para aprobar. Aún no revisa los exámenes, pero se inclina por la primera opción.

Cuenta once estudiantes. Taehyung entre ellos.

«No dejes que se meta en tu cabeza», se dice; sin embargo, es complejo cuando el pelinegro, desde su asiento en el fondo, le guiña un ojo. Por fortuna, nadie lo ve y él es rápido en desviar la vista.  «Joder...».


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A Taehyung le resulta fascinante observar a Jeon. Escucha cada palabra que dice y las asimila, así como también capta sus gestos y disimuladas manías. Desde cómo mueve las manos mientras explica —cualidad que notó desde el primer día—, hasta cómo su tono adquiere un deje animoso y precipitado al tocar temas que parecen interesarle más. ¿Por qué no se nota tal jovialidad fuera de sus clases? Tal como cuando la pasión de sus encuentros le permite ver su lado sensualmente retador, la mirada atenta y brillante, la filosofía parece hacer lo mismo.

Y está usando un suéter otra vez. Las marcas violáceas ya debieron haberse desvanecido, ¿será que lo está usando por lo que le dijo? Taehyung no se queja.

Antes de elegir Filosofía Moral con Jeon, Taehyung hizo sus investigaciones. Leyó algunas reseñas en foros de la universidad e hizo una que otra pregunta a estudiantes en la biblioteca. También prestó atención a los rumores y parloteos frívolamente sustanciales. El nombre de Jeon era una constante en la facultad. Todos decían lo mismo: que no tomara con Jeon porque iba a reprobar, que parecía un viejo de setenta atrapado en el cuerpo de un caliente actor, que hace años que no debía tener sexo porque no era normal que fuera tan amargado, entre otras cosas. Tantos comentarios, en vez de causarle rechazo, fueron los que le hicieron tomar su clase. El incidente en la cafetería —que de encuentro accidental no tuvo nada— fue la confirmación de que su decisión había sido la correcta.

Y vaya que fue una buena decisión, porque Jeon es todo un espectáculo. Es tan extraño, y terriblemente atractivo, además. Es como un premio doble. Le encanta.

Aunque, si bien Jungkook se comporta contradictoriamente por diferentes motivos desde hace ya un largo tiempo, Taehyung también ha estado, últimamente, actuando en discordancia con su propia personalidad. Porque él clama detestar las relaciones humanas, despreciar a las personas —Yoongi es una excepción muy curiosa—, pero no le desagrada la compañía de Jeon, y no se ha dado cuenta de ello. Claro, en un comienzo no era así. Tenía el objetivo claro (y maquiavélico) de hacerlo enojar hasta que lo que él creía una máscara se le cayese, pues eso es lo que él hace: romper equilibrios, hacer sentir miserable a quienes lo rodean.

LA FILOSOFÍA DEL DESEO © vkookvWo Geschichten leben. Entdecke jetzt