prólogo

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|prólogo|

ALINA HAZELWOOD SIEMPRE HABÍA TENIDO PROBLEMAS CON LA SOCIEDAD

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ALINA HAZELWOOD SIEMPRE HABÍA TENIDO PROBLEMAS CON LA SOCIEDAD. No era sorpresa para nadie que la hija menor de los marqueses Hazelwood fuera algo desordenada y rebelde para su generación (y género), pero todas las personas que la conocían en un cierto grado de dolencia sabían como era: Un alma libre y salvaje.

Desde que era una niña, Alina había soñado con la idea de escribir y leer sus escrituras por todo el mundo. Deseaba con todo su ser sentirse realizada como mujer y persona, pero, como dictaban sus deberes como heredera al título de los Hazelwood, jamás podría redimirse a un sueño tan banal e incierto para ella: Mucho peor si era una Señorita. Los padres de Alina siempre le enseñaron el camino de la bondad y el intelecto, pero tras un trágico naufragio de regreso a las costas americanas tras unas vacaciones en España, los padres de la muchacha fallecieron cuando ella tenía nueve años. Tras quedar como única heredera directa de sangre al título nobiliario de sus padres, los Marqueses de Hazelwood, fue su madrina, Lady Danbury, quién se quedó con su tutela y la crió como a una hija, y junto al señorito Basset (al que empezó a ver como a un hermano mayor) la única familia que le quedaba con vida.

Por suerte para ella, Lady Danbury jamás la obligó a instarse en el mercado matrimonial nada más cumplir los dieciocho, y dejó que su vida fuese sencilla y acomodada a base de charlas con té y galletas y tardes completas escribiendo sus apasionantes historias.

Pero todo tenía un fin.

—No puedo creer que este momento haya llegado—bufó Alina mirándose al espejo con expresión sombría y aterrada—. Lady Danbury... ¡Parezco una muñeca de porcelana!

—Ese es el efecto que buscan los hombres en una mujer hoy en día, Alina: Desean ver fragilidad y compostura a partes iguales.

—Querrá decir que quieren ver algo fantasmagórico y aburrido—musitó por lo bajo ella, más la anciana pareció no escuchar sus réplicas.

El vestido que se había ataviado para la ocasión era petulante y pretencioso y, sin embargo, las criadas de la mansión de Lady Danbury no paraban de mostrar sus elogios a la joven (futura) marquesa: Se componía de una tela suave y blanca como la leche con unos acabados dorados en las mangas y en el filo del vestido que acababa en sus tobillos, enseñando unos zapatos pulcramente limpios y preciosos también. El pelo de Alina, siempre enredado y con cierto olor a tierra húmeda (debido a los revolcones que la chica se daba por el jardín al llegar la primavera) desprendía un olor a rosas y estaba bien sujeto en un trenzado recogido en una corona sobre su cabeza, donde una pluma inmensa acampaba sobre ella.

Alina se miró una vez más en el espejo de su habitación y suspiró.

—Menos mal que Basset no está aquí para verme. Se reiría de mí sin dudar.

Lady Danbury le dio la razón a Alina sonriendo y agitando su inseparable bastón en el aire. Lo que la chica no sabía es que su amigo regresaría a Londres en breve y no sabía la sorpresa que Lady Danbury tenía para ella.

—Deprisa, Alina. ¿No querrás llegar tarde a ver a tu reina, no?

Alina abrió los ojos de par y par y salió alicaída de su cuarto, con el grupito de criadas y mayordomos elogiándola aun cuando subía al carruaje. Lady Danbury comprobó la hora en su reloj de confianza y sonrió al ver que salían de la mansión con el tiempo suficiente.

—Cochero, llévenos deprisa ante la reina.

Al llegar al recinto donde había cientos de debutantes con sus madres ajetreadas o apretando entre bastidores sus corsés, lo primero que sintió Alina aquel día, fue compasión.

Compasión y miedo, a partes iguales.

Junto a Lady Danbury, la joven era incapaz de no pararse a estudiar a cada chica que pasaba a su alrededor, y preguntarse si ellas mismas querían estar allí y en ese momento.

«Todas son más jóvenes que tú.» Le dijo su mente. «¿No están asustadas?»

Por lo que parecía... no.

Lady Featherington entró en escena junto a sus tres pelirrojas hijas, y Alina estuvo a punto de soltar una carcajada impropia delante de ellas. Las dos más altas y esbeltas se codeaban peleando entre ellas mientras que la más pequeña y regordeta de las tres miraba a su alrededor con temor.

—Tranquila. Este sitio también me resulta la boca del lobo más que un lugar elegante—se acercó la joven Hazelwood a la chica, que abrió los ojos sorprendida y sonrió levemente.

—Oh, desde luego. Em... Madre insistió en que no retrasara mi salida al mercado matrimonial. Me habría encantado poder hacerlo porque...

—No sabes que pintas aquí—completó Alina, y de repente se dio cuenta de lo que había hecho. Tanto tiempo viviendo sola entre las paredes de la mansión de Lady Danbury la hacían fallar en acciones sociales—. Oh, dios mío. ¡Lo siento! Siento haberla interrumpido al hablar. Disculpe...

—Penelope Featherington—se interpuso en su disculpa la pelirroja, haciendo una reverencia.

«Me cae bien.» Pensó Alina.

—Alina Hazelwood.

Al decir su nombre, Penelope la escrutó con más intensidad.

—Ya veo. ¿Usted es dos años mayor que yo, cierto? Vaya. ¿Cómo ha logrado retrasar su entrada en sociedad tanto tiempo?

Alina estaba a punto de contestar, cuando su madrina la pilló por sorpresa y tiró de ella para colocarla en la fila. Alina estuvo unos inolvidables veinte minutos retorciéndose las manos a través de los guantes de seda y sudando como un pollo hasta que le tocó entrar en escena. Sentía el corazón a mil y el pecho sin oxígeno, pero se obligó a alzar la barbilla y sonreír grácilmente cuando las puertas se abrieron y un lacayo de la reina pronunció su título.

—¡Alina Hazelwood! ¡Presentada por su madrina, la honorable Lady Danbury!

Alina clavó su mirada en la reina, que parecía aburrida y sosegada al mismo tiempo. Intentó no concentrar su mirada en los cientos de personas que había en aquella sala, observándola y empezó a caminar. Todas sus clases de posturas correctas y modales dieron fruto en ese momento, más por terror a hacerlo mal y fracasar que por verdadera devoción por la reina. Alina caminó, con la mirada fija en los de su majestad, y se preguntó si era algo correcto lo que estaba haciendo.

Hizo una reverencia casi hasta el suelo y ocultó su vergüenza al agachar la mirada. Pero sus segundos de calma se vieron interrumpidos cuando la reina alzó su barbilla y ella tuvo que volver a poner cara de perfección sublime. La reina alzó una despectiva ceja, se encogió de hombros y volvió a desparramarse en su asiento.

Mhum... Nada mal.

Puede que ahí empezaran los problemas para Alina.



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HOLII
¿Os ha gustado el prólogo?

¿Opiniones de Alina?

AHHHHH!!!! La emoción me corrompe, al igual que el dinero (según mi profe de historia:)))

Bueno, pues nada. Mañana subiré el primer cap más larguito para que arranquemos motores con esta historia.

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-mareva-

 𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄──𝐁𝐞𝐧𝐞𝐝𝐢𝐜𝐭 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 ✧.*Where stories live. Discover now