𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄──𝐁𝐞𝐧𝐞𝐝𝐢𝐜𝐭 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 ✧.*

𝐗𝐈

|Sé libre hoy|

BENEDICT TUVO QUE PELLIZCARLE EL BRAZO A ALINA PARA ESCUCHARLA GRITAR DE DOLOR.

—Aaaauh.

Vale, no estaban en un sueño.

—Alina... ¿Q-que....?

—Mira, sé que parece una locura, pero piénsalo. Yo necesito casarme esta temporada y tú a alguien que haga que todas las Señoritas te eviten en los bailes, porque, seamos sinceros, no tienes mucho interés en esas cosas. Además... ¡Seríamos geniales! Piénsalo. Somos amigos. Nos caemos bien. Compartimos temas en común. Y nos apreciamos mutuamente. ¿No te parecen esos motivos suficientes para casarnos? Podríamos tener una vida muy feliz. Sé que tú me dejarías escribir a mis anchas y no me oprimirías y tú podrías tener todas las... Mhum... Bueno, ya sabes. Podrías verte con más damas para saciar tus necesidades.

Con lo inteligente que era Alina normalmente... y en ese momento estaba metiendo la pata hasta el fondo.

Porque Benedict en realidad quería decirle que sí a la chica, decirle que se casaría con ella y todo estaría resuelto, pero había algo que se lo impedía: Su corazón. Porque él no quería casarse con ella por un acuerdo conveniente. Quería casarse con ella por amor, mutuo, no solo por su parte. Quería que se casara con él porque lo deseaba tanto como él la deseaba a ella. Y aunque le doliera en el alma pensarlo, sabía cual tenía que ser su respuesta.

—Alina, sabes que haría lo que fuera por ti, pero esto que me estás pidiendo... No puedo. Simplemente no puedo.

—Benedict... podríamos ser libres. Podríamos serlo para toda la vida.

El susodicho la miró y él negó con la cabeza.

—Pero no así.

Durante un momento, Alina pensó en la posibilidad de volver atrás en el tiempo. Se dio cuenta de lo que acababa de hacer y ella sintió una vergüenza horrible. Benedict quería casarse por amor, estaba claro, y ella acababa de ponerle con la espada en la pared por tal de salvarse a sí misma. La futura marquesa lo pensó mil veces antes de abrir la boca de nuevo, sabiendo que esta vez si que metería la pata hasta el fondo si se equivocaba.

Y entonces lo entendió.

—Benedict... ¿Es que acaso te...?

No pudo acabar la frase. Ni siquiera podía pensarlo sin que le entregaran ganas de vomitar. No era por él, era por si misma y por lo estúpida que se estaba sintiendo.

Benedict evadió su mirada y tartamudeó. Estaba tan nervioso. Ni siquiera parecía él mismo. Parecía un pobre niño asustado que quería desaparecer cuanto antes. La situación se había puesto demasiado violenta y Alina no tenía ni idea de que hacer o decir.

Por otro lado, estaba la cabeza de Benedict. Vale, indirectamente, acaba de confesar lo que sentía realmente por su amiga, pero no se sentía tan bien como se lo había imaginado. Alina había dado su respuesta y eso le había partido el corazón: Ella no sentía lo mismo. Tristemente, no podía hacer nada por cambiar eso. Así que, ya puestos a confesarse plenamente con ella, lo hizo.