𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄──𝐁𝐞𝐧𝐞𝐝𝐢𝐜𝐭 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐠𝐞𝐫𝐭𝐨𝐧 ✧.*

𝐕𝐈𝐈

|Amor platónico|

EL FALSO ROMANCE ENTRE SIMON Y DAPHE HABÍA TERMINADO. Por lo que la pelirroja le había dicho a Alina, el principe de Austria había llegado a encandilarla, y la castaña, poco convencida, asintió con desgana. Que Simon ya no tuviera que fingir cortejar a Daphe hacía que ella misma tuviera menos excusas para ir a visitar la mansión de la familia Bridgerton, momentos que ella aprovechaba para charlar con tranquilidad con Benedict. Aún así, se preocupó más por su amigo de toda la vida, que parecía irritado y molesto, y enfocaba toda su rabia en el boxeo con su colega Will Mondrich.

Alina lo estaba viendo entrenar con el susodicho, con aire aburrido. El ring olía a suciedad y sudor, una mezcla un tanto desagradable.

—Admite que la dama te había embelesado y acabemos con esto—sentenció Alina molesta por la cabezonería de su amigo.

Simon instauró un puño en el torso de Will y gruñó como un toro.

—Se acabó el tema. Mis intereses por la Señorita Daphe eran de lo más humildes. Solo quería ayudarla a buscar pretendientes y ya he cumplido con esa misión. Y de paso me he quitado a esas madres cotorras...

Alina asintió, solo para que su amigo no se volviera un basilisco. Decidieron dar un paseo por el puente que cruzaba cerca del lago antes de almorzar con Lady Danbury en el patio de la mansión de la anciana como en los viejos tiempos. Alina cerró los ojos y la brisa del medio día fue cálida y apetecible, y el sonido de los pájaros comenzó a hacer que la joven tuviera ganas de hacer una siesta de veinte minutos al menos.

—Necesito hacer algo productivo, o de lo contrario me moriré del aburrimiento—comentó la chica, tomando su segundo trozo de tarta de limón con decisión.

—¿Porque no vas a la casa de los Bridgerton y te encaras en una discusión sobre cualquier dualidad con el segundo hijo de Lady Bridgerton, Alina?—propuso la anciana.

Alina chasqueó la lengua.

—Me temo que mi gran amigo Benedict se encuentra en estos instantes en el club de caballeros de la sociedad Londinense. Y me duele en el alma decirlo, pero no pienso compartir habitación con un puñado de hombres sudorosos y que beben licor con tantas ganas... Aunque estuvimos hablando de ir a ver el combate de Mondrich juntos.

—Tú hipocresía me abruma—dijo Simon con una sonrisa—. ¿No quieres estar en el club de caballeros ni muerta pero si en un ring de combate con todo ese barullo de hombres de todas las clases sociales?

—Desprecio tú forma de llamarme hipócrita, hermano. Pero he de decirte que sí, así lo prefiero. Benedict y yo vamos a reírnos de las estrategias de tu fiel amigo Will Mondrich y de su adversario.